Los audios que se filtraron de Diego Spagnuolo causaron una gran crisis política en el gobierno de Javier Milei. No sólo porque menciona a su hermana Karina como partícipe de una estructura corrupta, sino porque se queja de la inacción del presidente luego de sus avisos. La fábula mileísta llegó a su fin.
Los que sólo se sirven de las cualidades
del león demuestran poca experiencia.
Maquiavelo
El que era representante legal del presidente ante la justicia rompió la fábula mileísta. Su voz grabada equivale a la confesión de un testigo o a aquella escena de telenovela donde alguien, detrás una puerta, escucha la verdad y obtiene una revelación. Este desocultamiento es simbólico. Esa es su potencia. A Javier Milei se le ha tolerado toda violencia represiva en las calles y toda humillación pública contra las personas más indefensas de nuestra sociedad. Mientras tanto, su discurso apuntaba hacia el futuro: sus argumentos pragmáticos anunciaban lo que vendría y describían lo que se había evitado. Cualquier sacrificio podía percibirse como el camino necesario para la prosperidad de la Argentina. La frase “hay que darle tiempo” era el crédito de quienes depositaban en su propuesta la esperanza de un cambio radical o la de quienes querían asegurarle “gobernabilidad” a la nueva etapa. En cualquier caso, esta condescendencia significaba la confianza en alguien que se había narrado como un profeta de lo diferente.
Milei tenía margen para la maniobra evasiva. Tenía crédito suficiente, como cuando Mauricio Macri, recién asumido en 2016, tuvo que explicar cómo era que, gracias a las filtraciones de los Panamá Papers, su nombre aparecía en el directorio de una empresa offshore. En aquella decisión furtiva, Milei podía esgrimir que alguien malicioso lo había salteado. Algo había sucedido sin su consentimiento: no estaba al tanto de aquella decisión, aunque la firma presidencial estuviera en los papeles. Era un detalle grave, pero fue tolerado por tratarse de un recienvenido. A lo sumo, estas desprolijidades podían concebirse como contradicciones subsanadas debido a las reacciones de la opinión pública. Sin embargo, durante 2024, en cada medida económica, a pesar de ir bajando la inflación nominalmente, su gobierno empezó a decepcionar a una parte de quienes se percibían como la gente de bien, al punto de que surgió una frase emblemática: «Al final, la casta éramos nosotros». La motosierra, además de pasar sobre la educación y la salud, hirió especialmente a las personas jubiladas, que fueron castigadas por la policía durante los Miércoles de Paliza.
El escritor Martín Kohan propuso la palabra crueldad en el debate público para nombrar los daños provocados por las actitudes antidemocráticas del gobierno mileísta. En este sentido, la misión de Diego Spagnuolo, como director de la Agencia Nacional de Discapacidad, era dar de baja de las pensiones que, hace años, recibían las personas que realmente las necesitan. Los clásicos del cine nos prestan imágenes: recordemos a Leatherface pasando su motosierra por el cuerpo de Franklin en su silla de ruedas, pero también tenemos la ironía del enmascarado que se lastima una pierna con su propia motosierra…. Después de todo, esta era una directiva más del Fondo Monetario Internacional. Porque el ministro de Economía, Luis Toto Caputo, este año tomó otra deuda externa (por 20 mil millones) para seguir batiendo récords de préstamos. Antes, Milei vociferaba que la deuda pública era inmoral porque su pago afectaría a las próximas generaciones: «cuanto más inmoral es un político, lo financia con deuda». En cambio, según su jerarquía de valores, los evasores impositivos son héroes (randianos).
Así se sostenía la creencia que los hermanos Milei actuaban como garantes de la cruzada moral contra la casta. Detentaban el poder simbólico para hacer y deshacer, a cualquier costo, desde el gobierno. Ni siquiera la estafa del caso $LIBRA había resquebrajado tanto su fábula, porque es igual de laberíntica que los Panamá Papers o que los Pandora Papers, donde aparecen Cristian Ritondo y su esposa. Ni siquiera el chat de Hayden Davis jactándose de manejar al presidente, a partir de sobornos, por medio de Karina Milei, había debilitado tanto la coraza del gobierno. La operación fraudulenta de $LIBRA afectó el capital cultural de Milei entre los criptobros, a tal punto que la defensa se delimitaba en dos opciones: era un ingenuo o un estafador. Más tarde, en agosto, su ex canciller, Diana Mondino, repitió la dicotomía respondiéndole al periodista Mehdi Hasan de Al Jazeera que, sobre la promoción de $LIBRA, él podía elegir si el presidente argentino era «un estúpido o una especie de corrupto». Las frases de Spagnuolo caen sobre estas huellas discursivas.
Este acontecimiento del audiogate trasciende el proceso indagatorio de la justicia, porque está ligado a la lógica videopolítica que amplificó el Caso López sobre la corrupción como tópico. Por supuesto, no se evitará que haya personas que sigan creyendo en Milei, sino que habrá más personas que dejarán de creer en su palabra. Del mismo modo, la festiva foto de Alberto Fernández, capturada en pandemia, injurió a quienes habían acatado las disposiciones de su decreto. El presidente se había mostrado hasta entonces como alguien empático y confiable. Una vez conocido aquel hecho, se destruyó su ethos: la imagen que él se había construido como garante de hacer bien las cosas. Los privilegios del poder fueron visibles en un instante. La mirada pública llegó hasta el centro de Olivos. En estos días, lo que llega a la oscuridad del poder es el oído público: escuchamos rasgarse aquella investidura con la que Milei se cubría; se ha rasgado su discurso escueto y repetitivo sobre la condición corrupta de la casta. En la batalla cultural, a Milei le explotó una granada en su trinchera.
La derrota política de Milei en el ámbito legislativo se extendió a la derrota ética en sus propios términos. Hacia noviembre de 2021, en el canal televisivo Todo Noticias, el candidato a diputado nacional afirmaba: «las cuestiones que nos diferencian de la casta es que venimos a hacer un planteo moral de la política». Apoyándose en su rol de outsider, Milei había renovado el antagonismo que hasta entonces dominaba el campo político: kirchnerismo /antikirchnerismo. Todos eran partícipes inmorales del sistema. A este ataque ya lo practicaba previamente junto con el economista liberal radical Diego Giacomini: «lo que hay que entender es que la verdadera grieta es entre los que trabajan en la creación de riqueza por un lado, y por el otro, los parásitos de la política que vía el uso de la fuerza se apropian de lo que no les corresponde». Desde esta posición impoluta, Milei acusaba, incluso, a los candidatos de “Juntos por el Cargo”.
Después de obtener la presidencia, para distinguirse del establishment, el ethos de autenticidad y sinceridad mileísta se resumió en el código de honor: «Prefiero decirles una verdad incómoda antes que una mentira confortable». Una parte importantísima de su imagen se construyó sobre esta fábula identitaria. Sin embargo, ese pacto con sus creyentes tuvo un pronto desliz el 9 de marzo de 2024, cuando se conoció, a través del periodismo, el aumento salarial del 48% que, por decreto, en medio del “ajuste de shock”, el nuevo presidente había firmado el 28 de febrero para él y sus funcionarios. (Idéntica medida se había dado para la Cámara de Diputados y de Senadores.) Eran aumentos que, en silencio, la "casta" se dio a sí misma, mientras la inflación degradaba como nunca antes los salarios, las jubilaciones y las pensiones. Tras la devaluación del 118% en diciembre de 2023, la caída de los salarios fue la más baja que se registró en la historia argentina. La salida de ese escándalo por las dietas para el Poder Ejecutivo (justo después del Caputazo) fue retroceder con los beneficios asignados por decreto.
Ninguno de estos datos era percibido como una corrupción intelectual. Toda injusticia se sometía a la fábula mileísta, que estaba preparada para recibir las acusaciones desde afuera. Traiciones que ya aparecían en El loco de Juan Luis González. Extravagancias que se recordaron en el Milei de Ernesto Tenenbaum o contradicciones que se anunciaron en el Milei de José Benegas. (Las Falacias libertarias refutadas por Guido Agostinelli tampoco tenían lugar en la dinámica de la esperanza.) Todas eran voces que no la veían. En ese contexto, era legítimo defender la decisión de retener los alimentos que Sandra Petovello negaba desde el ministerio de Capital Humano para salvaguardarlos de los “intermediarios corruptos” de las organizaciones sociales. También, cuando el senador Edgardo Kueider fue detenido en Paraguay con dinero sospechoso, tras haber votado a favor de la Ley Bases, Milei podía retrucar: «Todo tuyo, Cristina Kirchner. Fin». Los corruptos eran otros. Las acciones de gobierno (aún las más brutales) eran percibidas a través del esquema mejorista.
¿Qué tan incómoda es la verdad que dice la voz grabada? La clave de este asunto es que la voz de Spagnuolo viene del pasado, de lo que ha sido, mientras a la gente se le decía que ahora sí, que ahora todo el sacrificio tendría sentido. Esa masa creyente ha sido burlada, mientras que otra parte de la población, durante estos años, ha sido castigada en nombre del mejor gobierno argentino, cuyo ajuste económico fue «el más grande de la historia de la humanidad». Por lo tanto, la corrupción era lo único que no podía aparecer en la fábula mileísta. Los guardianes tenían una llave única. La Libertad Avanza poseía la arbitrariedad del poder para designar quién era la casta y quién no lo era. Una especie de bautismo moral que hacían las prístinas Fuerzas del Cielo. Poco importaba que participaran del gobierno Patricia Bullrich, Luis Caputo, Guillermo Francos, Daniel Scioli, Federico Sturzenegger o Eduardo y Martín Menem. La bendición mileísta los redimía: estaban limpios por el efecto “tabula rasa”.
Así se sostenía la creencia que los hermanos Milei actuaban como garantes de la cruzada moral contra la casta. Detentaban el poder simbólico para hacer y deshacer, a cualquier costo, desde el gobierno. Ni siquiera la estafa del caso $LIBRA había resquebrajado tanto su fábula, porque es igual de laberíntica que los Panamá Papers o que los Pandora Papers, donde aparecen Cristian Ritondo y su esposa. Ni siquiera el chat de Hayden Davis jactándose de manejar al presidente, a partir de sobornos, por medio de Karina Milei, había debilitado tanto la coraza del gobierno. La operación fraudulenta de $LIBRA afectó el capital cultural de Milei entre los criptobros, a tal punto que la defensa se delimitaba en dos opciones: era un ingenuo o un estafador. Más tarde, en agosto, su ex canciller, Diana Mondino, repitió la dicotomía respondiéndole al periodista Mehdi Hasan de Al Jazeera que, sobre la promoción de $LIBRA, él podía elegir si el presidente argentino era «un estúpido o una especie de corrupto». Las frases de Spagnuolo caen sobre estas huellas discursivas.
En el acontecimiento $LIBRA, la culpa era de quienes se habían arriesgado a la operación. El dinero que se reclamaba era “un asunto entre privados”, aún cuando el mediador indispensable había sido el presidente argentino. La estafa a nivel internacional no alcanzó a desatar la cadena semántica de palabras como robo, choreo, afano. Por el contrario, la palabra coima (con una tradición en el imaginario argento) adquirió la misma fuerza polisémica que el concepto de casta. El audiogate habilitó un repertorio de comicidad popular: “La Coima Avanza”, “Alta coimera”, “La coima de tu hermana”, “Coiman”, “Cometas en el cielo”. Maquiavelo la vio antes: duele más el bolsillo que la muerte del padre. La indignación que había ignorado otras cuestiones de vida o muerte (como la suspensión de la entrega de medicamentos oncológicos o las ampollas con fentanilo contaminado) dio lugar a la indignación clásica del robo, que pasó a ocupar el primer lugar de la agenda videopolítica. Ha sido lo único que no podía ser. Y no fue enunciado por alguien de la oposición, ni por una investigación periodística: fue enunciado por alguien que participaba de la fábula. 

Este daño político es más fuerte que los datos económicos. El rumbo económico es endeble. No parece estar comandado por la sapiencia de un candidato al Premio Nobel. Tal vez su efecto pase inadvertido a corto plazo, pero es cuestión de tiempo. Mientras tanto, el relato sagrado se ha invertido: Moisés es quien ha sido descubierto acariciando el becerro de oro. La ficción simbólica del gobierno está en crisis, justo cuando las consignas propagandísticas como “No hay plata” se perciben absurdas o mentirosas, incluso para los que eran aliados políticos. Por otro lado, hay una tensión en la conciencia de Javier Milei, como un choque entre imperativos contrapuestos entre la verdad incómoda y la mentira confortable. Este año fue insólito. «Yo no la promocioné: la difundí», había dicho en la interrumpida charla con Jonathan Viale acerca de la shitcoin $LIBRA, que en apariencia financiaría a las PyMES. Acostumbrado a que le toleren cualquier aberración, sobre la corrupción en la ANDIS, en el discurso del 26 de agosto, para arengar a los suyos dijo: «Están molestos porque les estamos afanando los choreos». Pero bueno, como ya se sabe, en Milei todo es reversible. Tres días después, en un almuerzo del Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (CICyP), siguió con su consigna de culpar a la casta privilegiada: «Sabíamos que los poderosos no se iban a rendir y se dedicarán a difamarnos, calumniarnos e injuriarnos».
En el relato de Spagnuolo, Milei se descubre menos como un topo dentro del Estado que como un boquetero. En este juego de roles, otro aspecto incómodo del audiogate es que los privados también son corruptos: el sector privado (que tantas alabanzas recibe) muerde fuerte la mano del Estado. Entonces, mientras el presidente les decía “prebendarios” a los del sector industrial, dejaba que la droguería Suizo Argentina y los laboratorios multipliquen sus ganancias sin el sudor de su frente, pero a costa de las personas con discapacidad. Encima, en boca del hablador, se escucha «estos roban más que los kirchneristas». Esta acusación no podía surgir desde adentro de la fábula. Si agitás la marea de la ira, en algún momento, ese vaivén también te puede arrastrar. Poco a poco, Milei se desangra en el ámbito videopolítico que lo enalteció. Quienes antes lo escuchaban atentamente, ahora se ríen de él. Su slogan de campaña (plagiado a Fernando De la Rúa) fue: «Una Argentina distinta es imposible con los mismos de siempre»... Parece que sí.
Referencias
- Agostinelli, Guido. Falacias libertarias: cómo evitar caer en la estafa de moda. Buenos Aires: Ciccus, 2023.
- Aristóteles. Retórica. Madrid: Alianza, 2002. Benegas, José. Milei: todas las respuestas a las preguntas que suscita. Barcelona: Deusto, 2024.
- González, Juan Luis. El loco. Buenos Aires: Planeta, 2023.
- Maquiavelo, Nicolás El príncipe. Caseros: Gradifco, 2008.
- Milei, Javier; Giacomini, Diego. Libertad, libertad, libertad: para romper las cadenas que no nos dejan crecer. Buenos Aires: Galerna, 2019.
- Perelman , Chaim; Olbrechts-Tyteca, Lucie. Tratado de la argumentación: la nueva retórica. Madrid: Gredos, 1989.
- Sarlo, Beatriz. Instantánea: medios, ciudad y costumbres de fin de siglo. Buenos Aires: Ariel, 1996.
- Semán, Pablo (comp.). Está entre nosotros: ¿de dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir? Buenos Aires: Siglo XXI, 2023.
- Tenembaum, Ernesto. Milei: una historia del presente. Buenos Aires: Planeta, 2024.
- Zanfardini, Lucía; Giménez, Elina Alejandra. “El presidente en casa: el ethos de Alberto Fernández en tiempos de pandemia”. En: Discurso & Sociedad, 16(2, 2022, 492-512).
Fin de la fábula mileista por Leandro Forti está bajo una licencia CC BY-NC-SA 4.0
Comentarios