Este mes se cumplen 50 años del lanzamiento de Revolver, uno de los álbumes populares más revolucionarios del siglo XX. ¿Por dónde empezar para acercarse a sus hacedores y a los entretelones de su música? Este trabajo clásico de Mark Hertsgaard permite conocer los aspectos musicales del proceso creativo de los Beatles a través de su discografía. Un libro que sirve como introducción a uno de los grupos centrales de la historia del rock.
Un libro sobre música
¿Por dónde empezar si uno quiere acercarse a los Beatles
y a los entretelones de su música? Existen cientos de publicaciones sobre este
grupo que revolucionó la música popular en la década del ’60, pero hay algunos
que son fundamentales. En este sentido, junto con Revolución en la mente de Ian McDonald, este de Mark
Hertsgaard es uno de los libros más agradables sobre el grupo londinense. ¿Por
qué? Porque los dos se ocupan de la música y del contexto más que de anécdotas
intrascendentes. Además, ambos se complementan con los episodios del documental Anthology, sobre todo la etapa
de Revolver y de SergeantPepper’s, que es la más rupturista con su estilo previo.
Los Beatles: un día en la vida (1995) ofrece una lectura amena para seguirla de un modo
lineal, pero también funciona como una obra de consulta. Dentro de sus 400
páginas, encontrarás un ordenamiento cronológico por álbumes, citas textuales
de entrevistas, referencias bibliográficas, comentarios sobre algunas canciones
emblemáticas, detalles del contexto para comprender mejor la trayectoria que va
desplegando el grupo y una invitación para ir escuchando las canciones de los
discos que se comentan críticamente. Este es uno de los aspectos principales,
porque leer sobre una música permite escucharla luego de una manera distinta.
Esta es una de las propuestas del autor estadounidense.
Hertsgaard, como periodista especializado, se detuvo en
las cintas archivadas del productor George Martin para escuchar cómo las
composiciones musicales de los Beatles fueron tomando forma con las sucesivas
tomas de grabación. Este trabajo de escucha que se suma a los comentarios del
contexto cultural permite conocer aspectos musicales del proceso creativo del
grupo a través de su discografía mutante. Además, su lectura ayuda a comprender
el rol que tuvo Martin para concretar las delirantes ideas sonoras que
escuchaba de jóvenes sin formación académica pero con rumbo fijo. Las críticas
no están ausentes del recorrido por el fenómeno beatle, que nació como un
producto de mercado.
Dos grandes etapas
Los capítulos del libro están ordenados según los títulos de la
discografía publicada: cada apartado es uno de los álbumes y también es una
etapa del grupo. En este sentido, se repasa y se expone cómo fue cambiando el
estilo de la banda, sus ambiciones, sus experimentaciones, sus aprendizajes. La
maduración de la escritura lírica es uno de los temas. Desde principios de
1963, John Lennon y Paul McCartney componían las letras con un enfoque
comercial. Estaban pensadas para las muchachas: “sus letras aún expresaban un amor
adolescente o una postura machista y eran banalmente tontas y repletas de
clichés” (p.57). Sin embargo, bajo la influencia posterior de Bob Dylan y de otras
sustancias, fueron adoptando un estilo más poético, sobre todo en la escritura de Lennon.
Un factor de ese cambio, paradójicamente, fue la misma beatlemanía, que adquirió ese
nombre por los periódicos londinenses de Fleet Street, luego de la actuación
del grupo en el London Palladium el 13 de octubre de aquel año. Ese espectáculo
se transmitió en vivo por televisión para quince millones de personas, que
vieron a la distancia cómo una multitud gritaba enloquecida por cuatro jóvenes.
“Según los reportajes y las fotografías que dominaban las portadas de todos los
diarios del día siguiente, fuera del teatro también reinaba la locura: cientos
de jóvenes seguidores bloquearon el tráfico, sobrepasaron las líneas de la
policía y persiguieron la limusina en la que los Beatles huyeron” (p. 89). Esa
presión pública de las multitudes se hizo cada vez más intensa.
El inicio de la etapa de la experimentación en el estudio
se debe a ese fenómeno. Las giras se fueron haciendo cada vez más intolerables.
La experiencia del Shea Stadium (1965) fue determinante. Durante el repertorio
de canciones, no se escuchaban ni ellos y empezaban a tocar cada vez peor en
sus presentaciones. El abandono de los escenarios en 1966 “marcó el fin de la
primera parte de su carrera, los así llamados años de giras, y el principio de
la segunda parte, los años de estudios” (p.88). Querían salvar su música. A
partir de ahora, los álbumes serían los que saldrían de gira. Una decisión
arriesgada, porque en esa época los espectáculos en vivo eran los que mantenían
visibles a los grupos musicales y así lograban las adhesiones directas de su
público.
La
música beatle fue más ambiciosa: “se trataba de que el contenido de la música,
a pesar de su forma sencilla, se estaba volviendo más sofisticado, era más una
cuestión de tonalidades y contracorrientes, un desarrollo que a su vez imitaba
la mayor profundidad y el alcance de las letras. No era música bailable, pero
el jazz tampoco lo es; era música para escuchar” (p.147). El cambio fue tan
grande que Martin consideró que Rubber Soul era el primer disco verdadero del
grupo. Luego, en esta nueva etapa, llegarían Revolver (1966) y Sergeant Pepper’s Lonely Hearts
Club Band (1967). Obras que fueron como asteroides cuyos temblores influyeron en ese presente y en el futuro de la música popular.
Nuevas formas y nuevos sonidos
La invención de los
sonidos es otro de los temas. Cintas reproducidas a la inversa o a diferentes
velocidades, efectos para voces logradas de una forma única, instrumentos
orientales incorporados a la música pop, modos inéditos de grabar a los
intérpretes de música clásica, reverberaciones conseguidas en pasillos, ruidos
capturados de animales o simulaciones del interior de un submarino: “cualquier
cosa con tal de sonar diferente” (p.160). Estas experimentaciones se sumaron a
la búsqueda de nuevos temas para las letras y a la forma que se le daba a sus
canciones. A day in the life,
según Hertsgaard, “era nada menos que una sinfonía moderna con formato pop; en
tres minutos transmitía el tipo de experiencias musicales y las emociones que
hace cien años tardaban una hora en transmitirse” (p.197).
Por otra parte, lo
asombroso de esas innovaciones fue que aquella música no perdió su rasgo
popular: “Las canciones eran tan pegadizas como siempre, pero ahora flotaban
dentro de piezas musicales opulentamente labradas que se convertían en
manifiestos de y en sí mismas” (p.166). Esa es una virtud que, en el arte, no
siempre se consigue. En cuanto a las influencias inmediatas, basta con escuchar
los otros discos de esos mismos años (o de los posteriores) para percibir las
distancias que los separaban con otros grupos similares y cómo había préstamos
de experimentaciones (ver, por ejemplo,Younger than yesterday de The Byrds o Their Satanic Majesties Request de los Rollings Stones).
Para Hertsgaard, lo que los separó de otros
grupos de su época fue “el efecto revolucionario que su música tuvo sobre el mundo que los
rodeaba”. Fueron un poco más que una banda
generacional, a pesar de que en las décadas siguientes (luego de su
separación) los nuevos jóvenes los desplazaron para dar espacio a las
expresiones que emergían, como el punk y el noise rock. A la distancia, más
allá de los aspectos netamente comerciales, el legado de los Beatles es
innegable: “Transformaron por completo la manera en que
se grababa y se presentaba la música; desafiaron el papel tradicional de las
estrellas del pop como iconos de plástico sin opinión alguna; ampliaron y
profundizaron el concepto prevaleciente de la música pop, forzando su
reconocimiento como una forma artística auténtica” (p.289).
Hertsgaard, Mark. Los
Beatles: un día en la vida. Barcelona: Grijalbo, 1995.
Comentarios