El neoliberalismo en Recursos Humanos


 El film Recursos humanos narra una historia del mundo laboral. Su protagonista es un joven que ha cursado estudios universitarios en Paris, que regresa a su pueblo y que hará una pasantía en una empresa metalúrgica. La historia se ubica en Francia, a fines de los años '90. El objeto que genera el conflicto en la trama es una próxima ley. Este ensayo analiza algunos aspectos del neoliberalismo que se representan en la película.


 Un joven en ascenso 

 El film Recursos humanos (1999), del director Lauren Cantet, narra una historia ligada al mundo del trabajo. El protagonista es Franck Verdeau: un joven profesional que ha terminado sus estudios en Paris, que ahora regresa a su pueblo natal y que hará una pasantía en una empresa metalúrgica. En esa misma fábrica, donde será “empleado temporario”, trabaja su padre, desde hace décadas; también su hermana. La historia se ubica en Francia, a fines de la década de los ’90 y el objeto que genera el conflicto en la trama es una próxima ley. El aspecto más controvertido de la nueva norma es que establecerá la reducción de las horas laborales en los sectores de la industria. 

 Franck proviene de la clase trabajadora, pero tiene una carrera universitaria en Administración de empresas. A diferencia de su padre, que trabaja junto a una máquina, esa educación le permitirá al joven ocupar un puesto en el departamento de “Recursos Humanos” de la fábrica. Allí, el recién llegado empieza a transmitir sus conocimientos para demostrar su talento y su capacidad. Así busca lograr una buena relación tanto con los ejecutivos como con los obreros, pero pronto descubrirá que ambos sectores se encuentran en medio de una negociación. Las patronales y los sindicatos discuten la conveniencia de la nueva ley. Los sindicalistas están en desacuerdo con el planteamiento de los directivos de la empresa. El problema es la reducción de la semana laboral de 39 a 35 horas. 

 La patronal ve en esta disposición normativa la oportunidad de poder producir de un modo más flexible, adecuándose a las demandas del mercado; esta flexibilidad en las condiciones laborales le permitiría incrementar la producción y las ganancias. En cambio, los representantes del sindicato (si bien concuerdan con la reducción de la jornada de trabajo) se oponen a la medida, porque advierten que, de aplicarse, aumentará la probabilidad de más despidos. Además, creen que ese cambio engañoso implicará la disminución de sueldos y la eliminación de horas extras. Por otro lado, en el debate, se deja entrever el marco de globalización. “El grupo al que pertenece la empresa tuvo ganancias enormes, con niños trabajando en Corea”, argumenta Arnoux (la veterana delegada principal). 

La película Recuros Humanos expone un conflicto en tiempos de flexibilización laboral.

 En medio de este conflicto, Franck, apoyándose en su formación académica, piensa que aplicar las 35 horas semanales es una buena idea para las partes involucradas. Para él, esa medida significa “trabajar menos, pero mejor”. Ubicado como un espectador neutro, mira las situaciones desde una perspectiva conciliadora de la que, poco a poco, se irá distanciado. Al principio de la historia, cuando uno de sus jefes le pregunta si conoce bien la empresa, Franck responde: “Por ese motivo la elegí. Significa mucho para mí. Crecí a la sombra de la empresa. Mi padre trabaja aquí desde hace más de 30 años. Hoy en día, mi hermana. Pasé mis vacaciones en la colonia infantil de la empresa”. 

 Después de escuchar al joven, su entrevistador le comenta de un modo directo y sincero: “Hoy, desde adentro, las cosas no le parecerán tan ideales. Seguro que ya escuchó hablar. El año pasado tuvimos que despedir a 22 trabajadores. Fue muy duro. No fue nada fácil para la empresa. Hoy día, los negocios marchan, las cosas van mejor. Y nos vienen con lo de las 35 horas. Dicen que ayuda a crear empleos y a la competitividad. ¿Cómo? Nadie lo sabe. Aquí, seguro que no creará nuevos puestos de trabajo. Nuestro equilibrio, por el momento, es muy precario”. Este equilibro incierto de la fábrica se da en el contexto del debate político por las reformas que prevé la "Ley Aubry".

 Ese nombre se debe a que la ministra de Trabajo de Francia era Martine Aubry. Por lo tanto, el contexto histórico implícito en esta película es el que surgió luego de que la Asamblea Nacional hubo aprobado aquella norma en junio de 1998, durante la presidencia de Jacques Chirac. La reforma social fue impulsada por el primer ministro de entonces, el socialista Lionel Jospin (1997-2002). Los partidos de la izquierda francesa habían ganado las elecciones legislativas. Una de las causas de esa victoria sobre un gobierno conservador había sido precisamente la promesa de promulgar una ley sobre “las 35 horas”, en un panorama con desempleo masivo y con un movimiento sindical muy debilitado (De la Fuente Lavín, 2000, p.45). Esa fue una respuesta política a un desempleo récord del 12,5%.

 El caso es que, en teoría, la ley, guiada por el lema “trabajar menos para trabajar todos”, crearía entre 450 mil y 700 mil empleos, pero los resultados fueron mediocres y contraproducentes en algunos aspectos. En efecto, lo que provocó en la reorganización del trabajo fue otro avance de la flexibilidad (horarios irregulares) y de la precariedad (contratos temporarios) para los nuevos asalariados. La ley benefició mayormente a la clase empresarial, puesto que cada empresa pudo repartir las horas de trabajo efectivo según su conveniencia (aún por sobre las 35 horas legales), en detrimento de la calidad de vida de los trabajadores franceses. La ley dejó un gran margen para que las empresas negociaran con menores costos las reglas de trabajo. Los acuerdos, en vez de ser por sectores, fueron individuales.

 El contexto neoliberal 

 La historia reseñada del film se enmarca en el capitalismo neoliberal. Esta es una etapa posterior al funcionamiento de un sistema que, desde mediados del siglo xx, se apoyaba en una economía mixta (Van der Wee, 1997). El Estado de Bienestar había empezado a implementarse en el período de posguerra. Básicamente, consistía en intervenciones estatales, en una mediación entre capital y trabajo para evitar crisis como la gran depresión de 1930. Sin embargo, ese modelo de concertación (con diferencias según los países) entró en crisis a partir de la década del ’70, sobre todo por los altos niveles de inflación que empezaron a registrarse. Entonces, la salida rápida que se propuso desde los sectores dominantes como la única alternativa posible fue el regreso a una economía de libre mercado desregulada.


 Este modelo dominante se puede definir así: “El neoliberalismo es, ante todo, una teoría de prácticas político-económicas que afirma que la mejor manera de promover el bienestar del ser humano consiste en no restringir el libre desarrollo de las capacidades y de las libertades empresariales del individuo, dentro de un marco institucional caracterizado por derechos de propiedad privada, fuertes mercados libres y libertad de comercio” (Harvey, 2007, p.6). En esta doctrina, al Estado sólo le corresponde crear y preservar el marco institucional favorable para que aquellas prácticas se desarrollen. Así, por ejemplo, debe disponer las funciones y las estructuras militares, policiales, legales, necesarias que permitan asegurar los derechos de la propiedad privada, así como garantizar el funcionamiento de los mercados.

 Una serie de principios actualizaron el pensamiento liberal decimonónico. José Torres López explica que, en la teoría económica, aquella doctrina se manifestó en el modelo neoclásico. Este “se fundamenta en la hipótesis de que la economía puede funcionar en un régimen de competencia perfecta para alcanzar así el mayor grado de bienestar social posible” (2000, p. 98). La aplicación de la nueva doctrina sería opuesta a las ideas que sostenían el Estado de Bienestar. Ahora, se imponía una mayor libertad de movimientos para la iniciativa privada, el abandono de las políticas equitativas de redistribución del ingreso y la reducción de la fuerza de las organizaciones sindicales.

 Torres López agrega que esta “revolución conservadora” incluyó un repertorio de valores sociales que se correspondían con la nueva base productiva mundial. Lo que se enfatizó fue el individualismo, el rechazo a las acciones en grupo, la desvalorización de una conducta cooperativa. Por el contrario, se promovió el afán de competencia, el repudio al igualitarismo, el consumo como práctica diferenciadora, el proyecto personal de vida centrado en el propio esfuerzo y la sumisión a las directrices de los sectores dominantes. En síntesis, junto con el modelo económico, se transformó el sistema de valores. Esa tarea fue más exitosa que la faceta económica.

 ¿Cómo se logró ese cambio? Las nuevas medidas tenían que percibirse como positivas, aún para quienes terminarían perjudicados. Para esa tarea, se usó un leguaje eufemístico (engañoso) y se recurrió a la prensa para convencer a la sociedad. “No solamente era la actividad de los medios de comunicación lo que podía permitir la asunción de esos valores. Se diseñaría además una mutación especial en el propio orden físico de la vida humana” (Torres López, p.110). En consecuencia, se fomentan los espacios que generan desencuentros, se modifican los incentivos para las actividades laborales (o profesionales), se mitifica el éxito como el resultado de un simple esfuerzo personal.

 En otro orden de cosas, la tecnología beneficia al capital especulativo más que al productivo. Torres López afirma que “este fenómeno provoca la quiebra de lo productivo, constituye una fuente permanente de inestabilidad y contribuye eficazmente a redistribuir a favor de los más ricos sin la restricción que los controles democráticos suelen ocasionar a otras políticas económicas, como la fiscal” (p.142). Asimismo, otra consecuencia es que la competitividad internacional en una economía mundializada lleva a que, por ejemplo, las industrias tradicionales reduzcan al máximo los costos de producción. Los salarios son considerados como un componente de ese costo total.

  El mundo del trabajo 

 El neoliberalismo cambia las condiciones laborales: las adapta y las precariza. El Estado de Bienestar, con sus políticas sociales de pleno empleo, permitía certezas vitales para planificar a largo plazo. Antes, los trabajadores entraban a una empresa y recién se despedían de ella cuando se jubilaban. Pero, como describe Zygmunt Bauman, en esta modernidad líquida, las cosas son bastante diferentes. La nueva mentalidad dominante es “a corto plazo”. El lema de esta época es la flexibilidad. En este sentido, aquel sociólogo plantea que, cuanto se la aplica esa cualidad “al mercado de trabajo”, el empleo tal como se conocía deja de existir. 

 Por consiguiente, lo que se anuncia es “el advenimiento del trabajo regido por contratos breves, renovables o directamente sin contratos, cargos que no ofrecen ninguna seguridad por sí mismos sino que se rigen por la cláusula de ‘hasta nuevo aviso’. La vida laboral está plagada de incertidumbre” (Bauman, 2004, p.157). De esta manera, el empleo de la mano de obra se vuelve precario, transitorio, episódico. La lealtad mutua o el compromiso entre las partes, característicos de un pasado estable, ahora “tienen pocas posibilidades de brotar y echar raíces”.

Padre e hijo representan dos épocas diferentes en el mundo del trabajo.
  
  Por otra parte, el sociólogo polaco replantea la noción moderna de progreso en las sociedades actuales. Argumenta que ese concepto ha sido “individualizado”; o más precisamente, “desregulado y privatizado”. Desregulado: porque la oferta de opciones parar “mejorar” las realidades singulares es diversa y existe una competitividad que perdura incluso cuando ya se eligió. Privatizado: porque el mejoramiento es una tarea individual y no colectiva. Las personas, frente a este contexto, tienen que usar su ingenio, recursos y laboriosidad para “elevar su condición a otra más satisfactoria y dejar atrás todo aquello de su condición presente que les repugne” (p.144). 
   
  Bauman afirma que terminó la época del compromiso mutuo a largo plazo. Pocos son los incentivos para “interesarse de manera seria y crítica por la importancia de los emprendimientos colectivos y otros asuntos afines que, de todos modos, también tienen un carácter efímero” (p.158). Definitivamente, este es un mundo de “flexibilidad universal”, en el que se vive bajo condiciones de incertidumbre permanente que impregnan “todos los aspectos de la vida individual”. Además, en este contexto incierto, lo que importa es “el control de cada individuo sobre su propio presente”. La paradoja es que, para la mayoría, ese control es débil (o nulo). 

 Nadie puede sentirse seguro en el mundo del desempleo estructural: “Los empleos seguros en empresas seguras resultan solamente nostálgicas historias de viejos. No existen tampoco habilidades ni experiencias que, una vez adquiridas, garanticen la obtención de un empleo, y en el caso de obtenerlo, éste no resulta ser duradero” (p.171). Nadie tiene garantías frente a la próxima “racionalización” o “reestructuración”. Nadie está a salvo de “los erráticos cambios de demanda del mercado y las caprichosas aunque imperiosas e ingobernables presiones de la ‘productividad’, ‘competitividad’ y ‘eficiencia’” (pp.171-172).  Nadie es imprescindible. Todo es temporario.

  Las escenas significativas 

 El film Recursos humanos muestra varias de estas características que se describieron en los apartados teóricos. Por ejemplo, hay escenas significativas en las que se contraponen los valores, que difieren entre el joven y el hombre adulto, quien conserva una actitud dócil o acrítica. Jean-Claude, el padre de Frank, muestra en su comportamiento cotidiano los efectos del discurso neoliberal (adoptado durante los años previos). En su tiempo libre, se dedica solo a la carpintería, encerrado en el garaje de su casa. Después, cuando recibe la noticia de su despido, muestra una sumisión incondicional a la empresa y tampoco participa de las acciones colectivas con sus pares.

  Otra escena significativa de la película es cuando Franck le recrimina a su padre la vergüenza que le hizo sentir desde chico por pertenecer a la clase obrera. Por lo tanto, ahí el joven da a entender que su formación universitaria representó un modo (una iniciativa individual) de abandonar esa condición y de aspirar a conseguir otro nivel de vida. En esta historia, el padre intenta que la identificación de su hijo se dé con las personas que ocupan las jerarquías sociales más altas, con quienes ocupan los puestos directivos. Aún así, en la empresa, Franck pretende funcionar como un nexo, pero finalmente se dará cuenta de que existen conflictos graves, tal vez irreconciliables.

Franck discute con su padre en la fábrica para convercerlo de la nueva situación.

 Durante la discusión entre la patronal y el sindicato sobre la conveniencia de la “Ley Aubry”, aquella actitud conciliadora de Franck se observa en la solución que propone. Recuerda uno de los casos que estudió en la facultad: hacerles una encuesta a los trabajadores de la empresa para conocer su opinión y saber si sus posturas coinciden con la de los representantes sindicales. La iniciativa técnica (científica) parece neutral, pero interviene por sobre las mediaciones clásicas, lo que refleja la debilidad de los sindicatos, propiciada por el legado neoliberal. La encuesta resultante se usará de otra manera, porque sirve para la reestructuración de personal que prevé la empresa.

  Avanzada la trama, cuando Franck descubre en secreto que 12 obreros serán despedidos, su postura se define. El joven entiende que la medida que se implementará, en el contexto de los acuerdos por la nueva ley, es contraria a los intereses de los trabajadores y que, incluso, él ha contribuido para que lo despidan a su padre. La mediana fábrica, que pertenece a un grupo multinacional, es una filial, que se encuentra en el marco de una fuerte competencia de la economía globalizada. Por lo tanto, atraviesa los problemas de reducir los costos de producción. Resultado: los jóvenes con bajos salarios permanecerán en sus puestos, mientras que los más viejos serán prescindibles.

Franck descubre la lista de los obreros que serán despedidos de la empresa.

  Por otro lado, Franck también sugiere que “modernizarán la fábrica” y que “automatizarán tareas”. Frente a esta circunstancia, intenta anteponer la acción colectiva de los trabajadores por sobre la conveniencia individual, aún cuando el paso a retiro de su padre ya está resuelto. Sin embargo, contra esta decisión, su madre le “recrimina” el sacrificio personal (el progreso propio) que la familia hizo para que él pudiera recibir una educación de alto nivel. Ella se lo menciona porque su hijo ha decidido participar del reclamo de la CGT y porque lo han despedido del trabajo, que le daba un cierto prestigio social, que era uno de los motivos de orgullo para la familia.
 
  En poco tiempo, el protagonista de esta historia pasa de tener un futuro laboral casi asegurado al despido inmediato, a pesar de que sus habilidades técnicas son apreciadas por sus empleadores. (Nadie es imprescindible.) Por otra parte, la acción colectiva de la que participó para reclamar se agota pronto, sin mayores repercusiones en el ámbito público. (Todo es temporario.) Entonces, Franck buscará su destino incierto fuera del pueblo (quizás de nuevo en Paris). Además, la película exhibe cómo el discurso neoliberal propone algo desde las palabras pero que en los hechos tiene otro efecto. En este caso, la propuesta de una ley que se presenta como beneficiosa para los trabajadores termina siendo una oportunidad para flexibilizar más aún las condiciones laborales.

  Por último, la escena más intensa de la película es cuando Franck, en medio de la protesta sindical en plena fábrica, le quiere hacer entender a su padre que, aunque durante 30 años le haya dado todo su esfuerzo vital a la empresa, prescindirán de sus servicios sin más explicaciones, que nadie le dará un premio extra y que, si alguna condescendencia tendrán para con él, será por otra razón: será porque, en esa misma empresa, su hijo hizo una labor adecuada con los "recursos humanos".

    Referencias 

  • Torres López, José. Desigualdad y crisis económica: el reparto de la tarta. Madrid: Sistema, 2000.
  • Bauman, Zygmunt. Modernidad líquida. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2005. 
  • De la Fuente Lavín, Mikel. “Un comentario sobre la Ley ‘Aubry’ II del iempo de trabajo en Francia”. En revista Leviatán, nº 79, Madrid, año 2000, pp. 33-65.
  • Harvey, David. Breve historia del Neoliberalismo. Madrid: Akal, 2007.
  • Van der Wee, Herman. “El advenimiento de la economía mixta”. En: Prosperidad y crisis. Reconstrucción, crecimiento y cambio 1945-1980. (Vol. II). Barcelona: Folio, 1997.

Comentarios