The Beatle's Bonus Track

The Beatle's Bonus Track por Leandro Forti
 
 Este año se ha publicado la última canción de los Beatles: Now and Then. Mediante un proceso técnico, la voz de John Lennon, cautiva entre el ruido blanco de un cassette, se ha liberado como un ave sonora. La figura de Paul McCartney es fundamental para comprender este proceso humano: el de perder a alguien, extrañarlo y recuperarlo en un instante mágico. 

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 Nadie ha querido tanto a los Beatles como el viejo Paul. Vimos en Get Back, de Peter Jackson, su esfuerzo (o su negación) para seguir trabajando por el grupo cuando todo alrededor parece desintegrarse. John, mimetizado con Yoko, pensando otro futuro; George, cansado, protegiendo canciones para su proyecto solista; Ringo, acostumbrado, dejando pasar los malos ratos y disfrutando de los buenos. En esas circunstancias McCartney sigue comprometido y le entregará a Let It Be varios temas con lo mejor de sí mismo; hasta lo escuchamos en el piano tocar “Golden Slumbers” mientras le dicta la letra a Mal Evans y Linda documenta este reality show que se anticipa décadas al formato televisivo. 

 Quizá aquella persistencia (ese amor obsesivo) también desgastó los engranajes humanos del grupo. Lo cierto es que, desde entonces, Paul nunca perdió la chance de avivar el sentimiento beatle en la agenda cultural. Hace un par de años, se estrenó McCartney 3,2,1; la serie es un diálogo musical puro con Rick Rubin sobre las cintas de los Beatles. Creo que su biografía de 1997 con Barry Miles es el complemento ideal para esta propuesta. De hecho, comparte esa dinámica de charla rememorativa, con anécdotas, confesiones y elogios a sus compañeros. La crítica más evidente se entrevé sin esfuerzo: se trata de alguien que sobrevive con los intereses de las glorias pasadas. Alcanza con escuchar los episodios de su reciente podcast. Yo lo veo de otro modo. 

 Consideremos el film Yesterday (2019). A Macca no le convence la idea del guion que le cuenta Richard Curtis. Le parece terrible. Acaso le estremece demasiado que el recuerdo de los Beatles, un día, desaparezca del mundo; o peor: que él nunca haya conocido a quienes fueron su familia, su escuela y su vida. Ni siquiera se atreve a jugar con esa posibilidad. Tiene sus reservas, pero no lo dice. Calla la crítica y le responde a Curtis que la idea es interesante. El director Danny Boyle puede rodar la película porque los derechos de los temas se han conseguido y pagado. Antes del estreno, Ringo recibe una copia del film. Paul la deja pasar. Rechaza la propuesta de una función privada. Tampoco va al estreno. Pero luego de un tiempo siente curiosidad. Así que un día, de viaje por Estados Unidos, junto con su esposa Nancy, miran la cartelera en un cine de Los Hamptons y deciden entrar escondidos a la sala durante la proyección. 

 Nada nos cuesta imaginar que, frente a la pesadilla de Yesterday, Paul McCartney se identifica con Jack Malik: piensa que haría lo mismo, que él también sería ese hombre que sostiene solo la memoria de los Beatles. Siente que la historia le agrada. Sí, no está mal; por lo menos, tiene sentido del humor. En medio de ese tributo musical, donde sus composiciones son las más protagónicas, Paul espera otra imagen. Entonces, cerca del final, la película le ofrece una versión alternativa de John Lennon. Un Lennon imposible. Tal vez, en silencio, se pregunta: si él está ahí, ¿dónde estoy yo? De nuevo ese destino; de nuevo, separados, salvo en las obras. Dentro de unos años, sobre el escenario de este mundo, Paul recuperará un feat posible en sus recitales: incorporará la imagen y la voz del joven Lennon de Get Back para que lo acompañe en “I got a Feeling”.


 «Hacer buena música con una banda es cuestión de química», dice el octogenario Paul al inicio del minidocumental sobre Now and Then. Repite por millonésima vez que aquellas son las personas (tan diferentes a él) con las que mejor se entendió en esta existencia. Hace veinte años, el desmesurado Anthology, gracias a los casetes entregados por Yoko Ono, le había dado la oportunidad de volver a trabajar como en los buenos tiempos. Recuerdo su anécdota, en Many Years from Now, de cuando, junto con Lennon, guitarras en mano, se ponían a componer frente a frente. Uno derecho, el otro zurdo. Esa imagen espejada, tocando los mismos acordes, es potente: representa una forma del reflejo cuyos lados no pueden superponerse, pero que al mismo tiempo se complementan (se unifican) en la música. En las composiciones que aportaban al grupo, uno le completaba al otro partes de la letra, la melodía o la secuencia armónica. Así funcionaban todos en las etapas más creativas de aquel sistema que se llamó The Beatles. Luego, hacia 1968, ese proceso estaba en crisis. 

 Considerando lo anterior, “Free as a Bird”, en 1995, resultó perfecta como obra de reencuentro. El melenudo George le agrega un solo crujiente. El fill de Ringo reabre lo que parece un final pero da lugar a una sugestiva coda donde aquella voz resucitada (a)firma: Made by John Lennon. En su estribillo, completado con nueva letra, la voz de McCartney todavía se nota cercana a la de su compañero. Veintiocho años después, su coro, desgastado por el tiempo, apenas se percibe en la mezcla de “Now and Then”. La melodía prístina de John, en su simpleza, reluce al frente como un cristal a plena luz; adquiere ese matiz que George Martin escuchó con emoción durante la primera toma de “A Day in the Life”. 

 Por otra parte, todo amor espera su revancha cuando ha sido maltratado. McCartney capitaliza cada intervención para establecer su mirada sobre The Beatles. Salda una deuda conceptual cuando se edita Let it Be... Naked (2003). Esperar más de medio siglo para poder completar, recién a los ochenta años, una idea pendiente, para mí, se relaciona más con el deseo que con los intereses comerciales. Me pregunto ¿en qué frecuencia vibran quienes evitan emocionarse con este último tema? Porque es más que un tema. Tiendo a considerarlo como parte de un proceso inagotable: el perder a alguien, extrañarlo y recuperarlo en un instante mágico. No sólo a través de la música, sino por medio de la técnica, que permitió un reencuentro imposible y una despedida: eso también suma al tono melancólico de “Now And Then”. 

 Now and then I miss you. 
Oh, now and then 
I want you to be there for me 
Always to return to me. 

 Esta actitud frente a la ausencia me remite a la fábula que narra Steven Spielberg en su Inteligencia Artificial. Todo este asunto se parece al deseo recreado que David concreta en la película. La insistencia del androide representa la insistencia de reencontrarnos con alguien que, por diferentes motivos, se ha separado de nosotros. Paul vuelve a rearmar ese ámbito que John había abandonado para siempre. Asimismo, continúa la intención trunca de sus compañeros. George está presente con su guitarra; y su slide, imitado por McCartney. El hijo de Martin contribuyó para componer los arreglos de cuerdas que hubiera escrito el maestro. El video naif de "Now And Then" (tan alejado de esta época cínica) está lleno de imposibles. Ahí The Beatles no comparten ni tiempo ni espacio, pero virtualmente se yuxtaponen por la dirección de Peter Jackson. 

 Empecé a descubrir la discografía de los Beatles con la publicación de 1 (One), allá por 2001. Un amigo de la escuela secundaria, Esteban, se lo había comprado, me lo prestó y pude grabarlo para escucharlo día tras día. Esta es la primera vez que asisto al lanzamiento oficial de una canción beatle y es la última. He visto cómo se activan los pianos del mundo para interpretarla. He visto cómo los músicos comentan sus impresiones frente al acontecimiento. He visto cómo los portales informativos publican notas de ocasión. He visto cómo la reproducción del tema se cuenta por millones. He visto cómo algunos críticos niegan la autenticidad de esta propuesta. He visto versiones que la imitan con un estilo sesentista. He visto cómo varias generaciones se emocionan al unísono. Escucho nuevamente cómo la última canción de un grupo de amigos se apaga en el silencio.

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