El día de la bicicleta en Santa Fe


 El sábado 19 de abril se realizó un bici-encuentro en la ciudad. El grupo Por más Bicisendas en Santa Fe, junto con la Municipalidad, organizó actividades para promocionar la cultura ciclista. Fue en la Costanera Oeste, que se transformó en paseo peatonal. Si no pudiste ir, esta crónica te cuenta detalles, comparte reflexiones y te acerca imágenes del acontecimiento.




El encuentro en bici

Cercanos a la estatua del Brigadier Estanislao López, los policías de tránsito desviaban a los automovilistas que ni se habían enterado del cierre peatonal. Desde las 15, la Avenida 7 Jefes se iba convirtiendo en el escenario planeado. En la Costanera Oeste, ya no sólo estaba el carril exclusivo para las bicicletas. Ahora, era una avenida entera para que cualquier individuo con menos de cuatro ruedas transitara cómodamente. Se disfrutaba la serenidad de una amplia calle sin automóviles. Al avanzar hacia el norte, encontrarías tres juegos inflables para los más pequeños. También había un breve circuito educativo para peques, con señalizaciones dispuestas en hileras.

Si seguías el trayecto, llegabas a la Carpa de Salud del municipio. Más adelante, estaba el stand del CEPRONAT con algunos números de El ambientalista. Al lado, aguardaba la gente de Por más Bicisendas. Allí, Mauro, de Uff Serigrafia, estampaba cada remera que le acercaban: blancas, grises, amarrillas. Desde ahí, se musicalizaba el encuentro. El sonido rítmico de los parlantes llegaba hasta las rampas de SUERTE TEAM, en las que los riders mostraban sus acrobacias. El resto de los presentes miraba en silencio, pero cuando terminaba una maniobra se les escapaba un “uuuhhhhh”. Uno de los ciclistas más destacados fue Jonathan Losa, que mostró un gran control en cada truco.

A uno pasos, había una ambulancia del COBEM (por si una pirueta de BMX fallaba demasiado). En ese marco, la convocatoria del sábado fue buena. Asistieron pequeños, medianos y grandes. Había toda clase de bicicletas: altas, bajas, largas, cortas, viejas, nuevas, simples, dobles. También hubo todo tipo de ciclistas (conviene ahorrar descripciones) que transitaban a la par de peatones y patinadoras. Así pues, la avenida se había transformado en una calle ideal, en la que cualquiera podía detenerse, hablar con otro, ir a una velocidad que permitiera contemplar el paisaje natural y humano. Mate de por medio, así lo ameritaba el día soleado de otoño.


Un día especial

El 19 de abril es el Día Mundial de la Bicicleta. Esta celebración busca difundir los beneficios de aquel medio de transporte y concientizar sobre los derechos de quienes lo usan a diario. En varias ciudades, los participantes recorren una distancia en grupo. La fecha coincide con el día de 1943 en que Albert Hofmann experimentó los efectos psicotrópicos del LSD-25. La anécdota es que el químico suizo ingirió a las 16.20 una dosis de 0,25 miligramos. Era un autoensayo. A las 17, se mareó, sintió miedo, su visión se perturbó y tuvo una “parálisis con risa compulsiva”. Le costaba esfuerzo hablar. Así que, como pudo, le pidió a su asistente que lo acompañara hasta su casa.

En esa época bélica, los autos sólo estaban al alcance de las personas privilegiadas. Entonces, ambos recurrieron a otro móvil: “En el viaje en bicicleta (…) mi estado adoptó unas formas amenazadoras. Todo se tambaleaba en mi campo visual, y estaba distorsionado como en un espejo alabeado. También tuve la sensación de que la bicicleta no se movía. Luego mi asistente me dijo que habíamos viajado muy deprisa” (Albert Hofmann, LSD: cómo descubrí el ácido y qué pasó después en el mundo. Barcelona, Gedisa, 2da edición, 1991, p.31). O sea que la celebración ciclista a nivel internacional coincide con un viaje histórico luego de probar ácido lisérgico.

Alguien sugerirá que los ciclistas son delirantes, porque transitan expuestos entre cápsulas que amenazan con atropellarlos. La interpretación es buena. Además, podría inferirse que Hofmann fue un visionario de la bicicleta fija. ¿No es este objeto una creación del delirio urbano? Absurdo de perseguir la inmovilidad imitando un objeto que es para trasladarse. Lo cierto es que Hofmann contó esa primera experiencia asustado, pues la vivió como si un demonio hubiera ingresado a su cuerpo. Sus ojos cerrados eran como un caleidoscopio mediante el cual veía un flujo continuo de formas coloridas. Y cada percepción acústica se convertía en una sensación óptica.


Bike power

Sin que Hofmann lo imaginara, esa sustancia terminó siendo el estimulante psicodélico de los ‘60. Eran tiempos en que la contracultura gritaba fuerte contra la racionalidad moderna. La disconformidad juvenil de occidente se expresaba contra las normas en una sociedad adormecida. El historiador norteamericano Rozsak la definió como “ese saludable instinto que rechaza, tanto a nivel personal como político, la violación sin entrañas de nuestra sensibilidad humana” (Theodore Roszak [1968], El nacimiento de la contracultura, Barcelona, Kairós, 1981,p.63). En esos años, surgieron nuevos temas de discusión, nuevas expresiones musicales, nuevas maneras de vestir, nuevos modos de vivir la sexualidad. Lejos de un flower power renovado, la bicicleta aún hoy cuestiona las prácticas dominantes. En efecto, es algo más que un medio de locomoción saludable, sustentable y económico.   

Primero, la bicicleta funciona como una crítica práctica a los valores dominantes del capitalismo. Segundo, es un medio de transporte que se conecta directamente con tu fuerza de voluntad. Tercero, permite percibir el entorno de otra manera: con los sentidos abiertos al mundo. Cuarto, es una alternativa para cuestionar las condiciones del transporte público de pasajeros. Quinto, es un objeto cultural que pasó de las posaderas de la aristocracia a las manos de los sectores populares. Hoy es transclasista: los diferentes grupos sociales la usan de un modo distinto. Por ejemplo, para unos es parte de una tarea recreativa y para otros, un vehículo indispensable para ir a trabajar (o estudiar).

  Por otro lado, la práctica del ciclismo implica una individualidad compartida que aun incluye formas directas de sociabilidad. En este sentido, permite interactuar con otros cuerpo a cuerpo: “Entre ciclistas, en el nivel más humilde, existe la conciencia de una solidaridad elemental, la conciencia del esfuerzo y el momento compartidos, un sentimiento exclusivo que los distingue de todos los demás y que les corresponde únicamente a ellos” (Marc Augé, Elogio de la bicicleta. Barcelona: Gedisa, 2009, p. 45). Este antropólogo francés anota que para cambiar la vida, primero hay que cambiar la ciudad. Por su parte, André Gorz, ya en los ‘70, escribió su clásico artículo sobre la necesidad de democratizar el espacio público ante el avance de los automóviles en detrimento de otros medios de transporte.

Metas comunes

  El encuentro del sábado fue organizado Por más bicisendas… y el municipio de Santa Fe. La agrupación apartidaria se hizo visible en las redes sociales a principios de este año. Durante el mes pasado, sus integrantes se reunieron con cuatro concejales santafesinos: Juan José Saleme, Silvina Frana, Tomás Norman y Fernando Fleitas. Uno de sus objetivos es conseguir una ordenanza que contemple los derechos de los ciclistas que transitan por la ciudad. Para ello, cuentan con la ayuda de Capibara (un grupo de la Facultad de Derecho de la UNL). Además, le presentaron al intendente José Corral un proyecto para arreglar y extender bicisendas. En este mes, también pudieron hablar con el concejal Leonardo Simoniello sobre temas de infraestructura urbana.
 
En la Costanera Oeste, Mariana Salvador explicó que la organización a la que pertenece lucha por conseguir espacios seguros para que las bicicletas transiten libremente por la ciudad. Para lograr esto, comentó que es necesario tener bicisendas en buen estado, bebederos, infladores, lugares para estacionar los vehículos. Asimismo, su agrupación promueve el respeto muto entre automovilistas, ciclistas y peatones. “Los automóviles no son los únicos que tienen derechos a transitar”, remarcó la abogada. Además, señaló que esta iniciativa es un intento para “reivindicar la cultura de la bicicleta”. La convocatoria fue la primera de una serie de actividades que se conocerán a futuro.

 Después, pasadas las 17, Leo Ramallo, acompañado por una pista de audio y una guitarra acústica, cantó El mundo sobre dos ruedas. A su término, vendría la pedaleada simbólica. Desde la carpa hasta el faro, salió el pelotón de velocípedos. Adueñados de la avenida, empezaron a desperdigarse como un enjambre. “Tranquila, que no es carrera”, le decía un padre a su pequeña hija que ya se le escapaba a toda velocidad. Otra joven que iba en una playera chúcara anunciaba “¡no la puedo controlar, no la puedo controlar!” Fue una advertencia premonitoria, porque en la cerrada vuelta del faro, se chocó con la parte de atrás de otro ciclista y le desencajó el cartel de “Subite a la Bici”.

A las 17.30, hubo otra exhibición. Calu Carnaval pasó con un gran salto por encima de siete voluntarios acostados sobre la calle. Dos veces demostró la proeza para que los fotógrafos pudieran captar su imagen casi fantasmagórica en el aire. Más tarde, apareció el intendente José Corral con ropa deportiva: remera blanca a rayas y pantalón azul. Si bien no participó del recorrido simbólico, se tomó unos minutos para hacer uno propio. Antes, hizo una nota de prensa, promocionó el sistema de bicicletas públicas de la ciudad, se sacó una foto protocolar con los organizadores y se ajustó un casco. Subió a una bici del municipio y dio un par de giros sobre el asfalto, mientras era fotografiado. Esa fue una imagen para culminar la tarde santa. 


Ciclistas pedalean por la Avenida 7 Jefes en la Costanera Oeste.

Comentarios