El décimo abril


  Las agrupaciones de inundados volvieron a ocupar este lunes la Plaza de Mayo. A 10 años del 29 de abril de 2003, aún reclaman memoria y justicia. El encuentro duró dos horas. Hubo homenajes, marcha ritual, discursos críticos y música. Esta crónica cuenta esa noche para recordar un catastrófico hecho evitable que marcó a los habitantes santafesinos




Después de que Patricia Barrionuevo terminó de tocar con cinco músicos invitados para la ocasión, abajo del escenario se armó una ronda de tambores que, al sonar sobre una clave, convocaron a otros tambores. En el medio del círculo musical, cuatro cuerpos femeninos danzaban guiados por las descargas de candombe. Ya eran pocas las personas que quedaban en la plaza. Aún había menos cuando el reloj indicó las nueve de la noche y Yeni de Manzana Negra terminaba de leer un viejo poema de Horacio Hanorva, alias Horacle.  
   

  Los signos de la plaza

 El sol del mediodía marcó un buen augurio para la vigilia de quienes en Plaza 25 de Mayo esperaban conmemorar el décimo abril. Las lluvias del sábado y del domingo no habían sido ninguna bendición para el recuerdo. Eso le dio más intensidad a la semana previa. En su página de Facebook, Marcha de las Antorchas venía publicando una larga cuenta regresiva con denuncias, convicciones, anécdotas y objetivos. “Ahora, a 10 años, seguimos sosteniendo que no debe ser un hecho sólo para recordar, sino un hecho para juzgar”, habían escrito el 7 de marzo. Esa aclaración los distinguía del slogan del municipio: “Conmemorar es siempre no olvidar”. Así que hubo muestras, actos, actividades varias. Los inundados fueron invitados a instituciones educativas para difundir su lucha, para reflexionar y debatir. Junto con el lunes, la visibilidad mediática se acercaba. Pasaron anuncios de la radio, de la televisión, del gran periódico, que entre sus páginas dominicales ya enseñaba propaganda oficial sobre obras y planes de contingencia.

  Ahora sólo había que cruzar los puestos de comida sobre General López para encontrarse con otra supremacía de la palabra. Desde el monumento piramidal de la plaza, entre los dos grupos de cruces ubicadas de lado a lado, pasando por un angosto sendero, se extendía un río vertical de letras en colores: “A 10 AÑOS NOS SIGUEN INUNDANDO DE IMPUNIDAD”. Luego, esa frase se ramificaba en un repertorio de reclamos políticos: la trata de personas, el narcotráfico, la corrupción, los agrotóxicos. El piso de la plaza estaba cubierto por esas pintadas artísticas. La multitud caminaría sobre ese demandante río-mural. (Una remodelación irreverente de la refacción bicentenaria que tuvo ese mismo emplazamiento hace unos años.) Esas pintadas, a modo de graffiti, se duplicaron en calles y paredes de la ciudad.

Una de las láminas con notas periodísticas.
  En el otro extremo, sobre 3 de febrero, se ubicó el escenario, esta vez de espaldas a la Casa Gris. Ante la tarima, en el piso, se podían leer unas palabras blancas: “REUTEMANN/ INUNDADOR /ASESINO”. A la izquierda, frente a la Carpa Negra de la Memoria y la Dignidad, había una serie de láminas. Mostraban recortes de diarios, escritos testimoniales, fotografías, folletos, poemas, discursos, afiches. Toda una colección de palabras dichas y publicadas en esta década, con alguna ironía adjunta al pasar. A esa continuidad, luego se sumarían algunas fotos ampliadas de la Asociación de Prensa de Santa Fe. Mientras tanto, en el lado derecho del escenario, había imágenes documentales, acompañadas de perfiles, que individualizaban caras y cuerpos para rescatarlos de los números igualadores de las estadísticas.

  A las seis de la tarde, Marcha de las Antorchas clavó su estandarte junto al monumento de la plaza, donde el carismático Reutemann, dibujado en traje de cárcel, parecía estar a gusto entre las cruces que representan la culpabilidad. Media hora más tarde, los inundados usaron dos mástiles para sujetar una red con 158 carteles. (Nombres que a la noche serían mencionados como cada semana.) Pocos minutos después, se escuchó desde lejos el sonido de surdos y redoblantes que, en ritmo de murga, anunciaban la llegada de una gran cantidad de agrupaciones políticas, de gremios y centros de estudiantes. “¡Acá estamos para decir basta de impunidad!”, gritó Claudia Albornoz desde el escenario, mientras ingresaban a la plaza las columnas que venían marchando por San Jerónimo y que antes se habían reunido en los diferentes puntos de encuentro. 


  Los insistidores

  El acto empezó a las 18.50. Claudia y Victoria Bordas coordinaron las etapas del encuentro. Lo primero que se hizo fue homenajear “a aquellos que lucharon durante 10 años”, pero “que ya no están”. Las oradoras pidieron a los presentes un giro de 180º para quedar mirando hacia las cruces. Entonces, se oyeron los nombres de Mónica Fessy, Gustavo Peralta, Horacle, Delia Estesiano, Susana Lázaro, Teresa Boezi. Además, se mencionó el aporte personal que le dieron a la lucha (humor, perseverancia, creatividad, fuerza). Luego, siguió otro homenaje: se descubrió una placa dedicada a Norma Biegkler, una de las integrantes de Madres de Plaza de Mayo. Esta “representante de la construcción de la memoria” fue parte de quienes les enseñaron a los inundados a batallar por una causa digna en el espacio público.

 A las 19.15, se emprendió el camino ritual que persiste todos los martes con su cántico de resistencia:“No nos moverán, como una roca firme junto al río”...La Marcha cruzó San Jerónimo y se detuvo en la puerta de Tribunales. Frente a la mínima custodia policial, comenzaron los gritos acusadores de Héctor Sanagustín y Graciela García.“Basta de proteger a los inundadores” fue la expresión más leve que se oyó en esos quince minutos. Además de juicio y castigo para Reutemann, Mercier,Obeid,Álvarez,Fratti y Berli, la marcha reiteró el pedido de juicio político para la Corte Suprema. Después del descargo, se leyeron las adhesiones de organizaciones y entidades que acompañaron el reclamo de los inundados en la plaza.

  Pasadas las 19.30, comenzaron los discursos. El texto preliminar fue dirigido a los inundados del pasado, a los del presente, a los del futuro y a los de todo el país. Las palabras de condolencia incluyeron a los damnificados de la ciudad de Buenos Aires y de La Plata: “Porque sus muertos son nuestros muertos, sus pérdidas son nuestras pérdidas y porque revivimos nuestro dolor a través del suyo, sus heridas son como las nuestras”. En este sentido, se indicaron las semejanzas entre lo que pasó en ambas provincias. Otros tópicos abarcaron las críticas a políticos locales, el cuestionamiento a la cobertura mediática, el rescate de la solidaridad del pueblo para con el pueblo, el enfrentamiento con los poderes públicos en busca de la verdad. “Aprendimos a curarnos entre nosotros mismos”, fue una frase que ilustró el desamparo en el que, a menudo, se encuentran estas personas con dignidad.

  A partir de las 20 la emoción creció. No sólo porque alguna voz se quebró al leer la lista de fallecidos. También porque luego de mucho tiempo hubo un reencuentro entre vecinos que se vieron de nuevo a los ojos. Desde la tarima, Claudia comentó: “A los 10 años, traemos a la plaza a todos los barrios que se inundaron”. Ahí mismo mencionó a cada barrio, que fue replicado con un “¡presente!”. Por otra parte, se hizo el balance de una resistencia que a fuerza de terquedad continúa de pie. “Hoy nos dimos cuenta de que estamos conformes con la lucha que organizamos”, comentó Graciela. En esos minutos, Patricia Barrionuevo esperaba para entonar a capela el comienzo del Himno nacional, que suavizó el clima que se había vivido. Al final, la multitud alzó los puños cerrados, cantando “juremos con gloria vivir”.


    El día después

  ¿Qué significa 10 años? ¿Qué diferencia existe entre 10 y 9 o entre 10 y 8? ¿Qué motivo hay para una conmemoración especial a los diez y no antes? Ninguna razón aparece o todas las razones son válidas. Primero, dos cifras indican más tiempo: un tiempo que suma años y un tiempo que resta años. (Los inundados son sobrevivientes, pero no super-héroes inmortales.) Segundo, este 2013 es electoral y el inagotable oportunismo regresa. Tercero, esta fue una década de muertes posteriores, de impunidad continua, de invisibilidad mediática, de silenciamiento y de maltrato dirigido a los inundados de Santa Fe. Pero también fue una década de aprendizaje político, de reconstrucción de identidades, de creación lingüística, de testimonios recuperados, de búsqueda y perseverancia.

“Lo único que nos queda es la resistencia”, fue una de las tantas cosas que dijo Sanagustín el miércoles 24, en la sala José Luis Busaniche del Museo Histórico Provincial, cuando contó su Crónica de una inundación anunciada. El caso es que la confianza en el Poder Judicial no es lo que alienta a las víctimas conscientes del “crimen hídrico”. De nuevo, ¿qué significa 10 años? Una década puede usarse para marcar períodos y calificar etapas. Si la anterior fue de lucha, impunidad, indiferencia, mentiras y olvido, la que viene podría aprovecharse para que sea de acercamiento, justicia, compromiso, verdad y memoria. Sería utópico el cambio total. Pero hay algo que está al alcance de cualquiera. De parte de los ciudadanos y de las ciudadanas, tiene que empezar a haber una resistencia cognitiva. Es el mínimo gesto que se puede pedir sobre este asunto. Quien ignora no puede olvidar, porque nada sabe.

 Entonces, ¿basta con que la memoria se limite a mencionar que hubo una inundación en 2003? Quizás lo que deba persistir sea la pregunta indispensable sobre cómo y por qué ocurrió. El resto es mera evocación histórica. Documentos periodísticos abundan (igual que las pruebas). El reportero gráfico Amancio Alem es autor de 2500 imágenes que pertenecen al archivo de El Litoral. Estuvo el jueves 25 en el Instituto Superior Nº 12 y remarcó: “La foto no refleja ni el pegote ni el olor a podrido ni el ruido del agua, eso queda en quienes vivieron la experiencia”. De todos modos, la imagen y la palabra, juntas, vivifican un escenario destruido por el tiempo. Los recuerdos exteriorizados son la memoria codificada fuera de los sujetos. El resultado de ese ejercicio sirve como material para el recuerdo común. Esa es la memoria colectiva disponible para que vuelva a ser parte de los (otros) sujetos.


"Inundadores" fue la palabra creada por los inundados para nombrar a los responsables políticos.