Pedro Aznar tocó este jueves 11 en la explanada del Rectorado de la Universidad Nacional del Litoral (Bv. Pellegrini 2750). Fue en el contexto del inicio de las celebraciones por el 93 aniversario de esa institución. El recital duró más de hora y media. Frente a una gran cantidad de público, el músico, junto a su banda, interpretó temas de su último disco y de trabajos anteriores. La entrada fue libre y gratuita.
Preludio
En la esquina de 9 de julio había tres puestos de choripanes, aunque desde uno de ellos la monofonía del cántico comunicaba “chori y hamburguesas”. Eran las 20.30 y ya había gente sentada en reposeras y banquitos de plástico frente al escenario. Esa misma actitud tenían los que aguardaban sobre los cordones de la vereda. El viento era suficiente como para sacudir el humo de las parrillas. Pero no alcanzaba a mover la bandera nacional que se abrazaba contra el mástil, al lado izquierdo de la estructura que guarecía los instrumentos armados. Dos perros (uno negro y otro de lomo gris) buscaban una mano que convidara lo que el aroma sugería en el ambiente. Al ritmo de la música grabada, algunos parecían desfilar por la calle antes de sumarse a la espera.
–Disculpame, ¿qué hay acá? –averigua una joven con su grupo de amigas.
–¿Acá?...¿Acá en frente? –responde un ciclista sentado en el cordón.
–Sí –confirma ella ante el señalamiento de una mirada que apunta al escenario apagado, a la gente en sillas playeras, a parejas con equipos de mate, entre el humo de los chori y vendedores de lumínicas espadas de plástico.
–Toca Pedro Aznar –anoticia el flaco de boina y campera de lana.
–¿Cómo? –pregunta la chica rubia, y no se sabe si es porque no escuchó bien o porque le suena desconocido el nombre.
–Toca Pedro Aznar a las nueve.
Otra oportunidad
Las lluvias en Santa Fe traen los mismos problemas en los mismos barrios. Después de cuatro días con un alerta meteorológico sostenido, recién el miércoles volvió el sol de esta primavera inestable. Así que este jueves el tiempo mejoró para ofrecer una noche despejada, como calculando la fecha de lo que estaba programado: la vigilia de los fanáticos del TC 2000 y el festejo de un nuevo aniversario de la UNL. Este recital fue una tregua entre tantas convulsiones callejeras que salen a decir sordamente en voz alta. Aquí, en cambio, había que detenerse a escuchar. Aznar ya había venido el 11 de mayo de este año con su última creación artística. En esta segunda ocasión, el ámbito fue distinto y permitió la asistencia de los que no pudieron ir al Teatro Municipal.
Este disco poético Ahora es la nueva pieza del trabajo solista de Aznar, que siempre propone intenciones concretas para cada álbum. Uno de música rock y de pop. Otro de música latinoamericana. Otro de música del Brasil. Otro con musicalización de poemas. Otro formando dúos con diferentes músicos. Otro de versiones interpretadas en un espectáculo unipersonal. Otro mezclando todas esas intenciones y géneros. Siempre acompañado de una técnica vocal cambiante e impecable, con una pasión que arrastra a quien lo haya escuchado sentado a pocos metros. “No, no me gusta, es muy técnico”, dicen algunos. Y el sentimiento es válido, sobre todo si se le señala esa precisión musical que desespera como una página escrita en perfecta prosa.
Las nuevas letras tienen un estilo de escritura más blando que las de Quebrado. La idea central de Ahora puede hermanarse con el mensaje clásico de Vox Dei: “...el presente y nada más”. Incluso podría llevar un epígrafe de Schopenhauer sobre el ahora como único tiempo en el que la realidad objetiva (la Voluntad) se manifiesta. También ensambla bien con esa analogía del filósofo alemán que señala que si la conciencia humana recordara a cada momento su condición, poca sería la diferencia con un condenado a muerte. Ese vínculo de Aznar con el tiempo ya se oía en el estribillo que confesaba: “miedo de morir antes de saber vivir”. Y, en este sentido, se puede pensar que el repertorio de Ahora funciona como respuesta a esa intranquilidad.
Ahora en la calle
A las 9.20 se produjo un movimiento rápido de todos hacia el centro. Quienes estaban sentados salieron como eyectados por resortes imperceptibles. El bullicio antecedió al saludo: “Buenas noches, Santa Fe”. Al ritmo de la batería se le sumó el bajo para componer la base de Mientes. La pantalla detrás de los músicos acompañaba con escenas de un videoclip, entre las que figuraba el maestro Charly, el otro responsable de la invención de Tango 4. De modo que fue un comienzo a pura fuerza, porque, acto seguido, los músicos tocaron Ella se perdió y luego el grito de “Ay, mi madre” anunció Cucamonga Dance. Entre las preferencias del público, las bebidas eran la cerveza y el mate.
“Es un gusto estar en este 93 aniversario”, intercaló Pedro antes de recordar que Santa Fe fue la primera ciudad de la gira emprendida con su nuevo disco. Entonces, le dedicó los próximos minutos a Panteras de polvo, Par y Los días más cortos del año. En estas dos últimas el toque beatle es marcado en los solos de guitarra, en las melodías, en la brevedad de la forma. (Esa cercanía más explícita se cierra con la sección de cuerdas que, para esta ocasión, Aznar dirigió y grabó en el estudio de Abbey Road.) Durante el recital a cielo abierto, la gente siguió llegando hasta cubrir todo el largo y el ancho de esa cuadra de Bulevar Pellegrini.
Más tarde, Nocturno suburbano trajo sus secuencias descriptivas y frases poco desdeñables, como, por ejemplo, “nunca escribas cartas a quien no te corresponda”. (Un buen consejo, aunque podría ampliarse a los mails o a los SMS.) Aquel tema marcó el inicio de una tanda más tranquila y amorosa para las parejas. De hecho, después de ajustar la afinación de la guitarra acústica se escuchó A primera vista. Al término de los coros del público, Aznar se mudó al teclado y cantó Ya no hay forma de pedir perdón. Ese tramo del recital fue cerrado por dos baladas: Rencor y Quiero decirte que sí. Ruinas sobre ruinas fue la interpretación psicodélica de la noche.
Presentes
Esa magia de las imágenes que traen los momentos idos y los cuerpos ya ausentes no es menor a la posibilidad de seguir oyendo voces que se desplegaron en la evanescencia de la oralidad. Antes de Terrores nocturnos, hubo una dedicatoria a alguien que “está peleando por su vida”. Lisa fue para Gustavo Cerati. Después, en la pantalla apareció Lennon junto a Yoko cuando sonó Jealous guy (a dos días de que su autor cumpliera 72 años). El momento de Spinetta llegó a las 22.30 con los acordes menores de Credulidad. El arreglo de falsete en la última parte sonaba como un llanto en recuerdo de su partida. Es que en estos encuentros callejeros aún se recuerda al Flaco diciéndole al público antes de retirarse: “no se olviden que somos ángeles”.
Los últimos temas de la lista fueron: Vos sos mi amor, Quebrado, Los perros del amanecer y Lina de luto. “Vamos llegando al fin, no sin antes presentar la canción que da nombre al disco”, la cual contiene un mensaje que atraviesa al resto de los títulos y es la propuesta de vivir sin subestimar el presente. Aquella, explicó Pedro, contenía la nota más larga de esa noche y funcionaría como una metáfora de la presencia del público en el devenir del tiempo. En efecto, al término de Ahora, la redonda ligada del bajo continuó su propia agonía en el silencio, hasta que dejó sentir el murmullo de algunos espectadores, cuya presencia distraída los excluía del ritual.
La insistencia de los aplausos acompañaron la presentación de la banda: Alejandro Oliva en percusión, Coqui Rodríguez en guitarra eléctrica, Hernán Jacinto en teclados y Julián Semprini en batería. El bonus track fue otro clásico: Tu amor, pero el público tenía el deseo de seguir en ese estado que sólo la música es capaz de transmitir. Ya habían transcurrido diez minutos de las 23. Nadie quería abandonar posiciones. Acaso se imitaba en vano y sin querer un cuento de Bioy (El perjurio de la nieve) en el que la eternidad se logra en un determinado espacio porque nada ni nadie cambia de lugar.
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