Bautismo de sal


  Esta es una reseña de la nueva novela de Carmen Úbeda que Ediciones UNL publicó este año. El relato literario trata sobre un grupo de mujeres con identidades muy diferentes que busca sobrevivir a la catástrofe hídrica en la ciudad de Santa Fe. La protagonista narra en su diario la experiencia que vivirá durante ocho días intensos.  


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  Este el libro de Carmen Úbeda fue publicado este año por Ediciones UNL. La lectura de este relato demanda un artículo, debido a las ideas que sugiere. Pero esos apuntes quedarán para otra oportunidad. El siguiente texto no es más que un comentario pendiente de esta novela que cuesta $25 y que se consigue en las librerías de la peatonal San Martín. Son 200 páginas. La letra es pequeña y los capítulos son extensos. Estos se dividen en ocho, a los cuales les corresponde la duración de un día: El avance, El encuentro, El bautismo, El engaño, El cambio, El amor, El regreso, El enigma.

  Acerca de la obra, la autora explica en el prólogo que terminó el relato el 29 de agosto de 2003. Ubica el inicio de éste, al menos, un año antes. En ese momento, la intención “era reflejar una estampa de la sociedad santafesina en los 2000 a través de las voces y los conflictos de 17 mujeres pertenecientes a distintas clases sociales, niveles de instrucción cultural, edades y cosmovisiones”. Una inundación (hecho frecuente en este rincón del mundo) surgió como el escenario verosímil para reunir a los distintos personajes.

  El caso es que el 29 de abril de 2003 el suceso ideado en la imaginación se materializó. El relato ficticio empezó a cruzarse con la realidad. Entonces, la autora decidió escribir y dictar la historia en medio de una ciudad invadida por el agua. Sin embargo, habían quedado espacios de tierra firme. Úbeda anota: “En uno de ellos estaba yo enlazando el relato original de mi ficción con la tragedia humana de lo real y sobre todo imaginando y encaramándome en el sufrimiento de mi prójimo, similar a un estado de posesión”.

  En Bautismo de sal, una mujer de más de 50 años es la narradora que lleva el “cuaderno de bitácora”. Raquel describe las vivencias durante la catástrofe. Cuenta cómo convive un grupo de mujeres que abarca 5 generaciones. Atrapadas en los altos de dos casonas, ellas discuten, debaten, celebran, organizan, consuelan, sufren, observan, ayudan, salvan. La voz principal intenta reintegrar los acontecimientos simultáneos que ocurren a lo largo de un drama con escenas hilarantes. “Podíamos reírnos, no hay ungüento más reconfortante que la risa en medio del dolor”, se lee en el cuaderno de la protagonista, que escribe con lápiz en el baño.

 Ese registro de 8 días busca recomponer la unidad de los acontecimientos, pero no puede huir de su condición lineal y fragmentaria, quizás remendada por el testimonio de los Otros. Su estilo,más que una polifonía,es el intento de una homofonía que se apropia de hechos y decires. Ante la pérdida de los objetos personales,la palabra queda como el principal elemento cultural mediador. Así,el idioma descubre formas de ver el mundo y revela diferencias. El lenguaje enseña la personalidad y el estrato de cada personaje. Por ejemplo,se muestra mitológico en Rosario, vulgar en Mati, crítico en Sara, filosófico en Vera, escueto en Nacha, trivial en Susana, confidencial en Magda, primitivo en Ata y Enón, críptico y religioso en Ailén.

  Raquel, mediante digresiones aforísticas, reflexiona sobre la muerte, la vida, la angustia, la felicidad, el amor, la política, la democracia, las desigualdades y los vínculos. Esa tarea, además, está sostenida por el concepto de la escritura como compromiso: “el registrar nuestros momentos muchas veces es un vómito reparador aunque el hígado esté enfermo, un llanto acumulado que debe aliviarnos, pero también es el servicio del escriba que registra, a pesar suyo, esos momentos de la historia que constituyen el recuerdo, para que el olvido no se apodere de los hombres y se vuelva a tropezar”.

  Por otra parte, el “Prólogo ínfimo” del libro importa tanto como la trama. Prefacio (texto fuera de la ficción) y novela (texto de ficción) comparten la sensibilidad de la autora, transmitida al personaje encargado de narrar. Úbeda confiesa que compuso el escrito alternado el estado mediúmnico y el estado de lucidez. Por este motivo, considera que, más que una novela, es “La mezquina porción que la realidad le presta A La Ficción, en estos tiempos y sobre todo en aquél”. Al final del párrafo, remata: “a mí no me tocó el agua, sin embargo me sentí y me siento una inundada más. Yo también fui calada por ese 'Bautismo de sal'”.

  Es sabido que todo préstamo conlleva una devolución. En este caso literario, la importancia del código escrito sirve para recobrar la densidad de significado en las imágenes que compone la catástrofe y el abandono político. De esta manera, lo que permite el texto es participar de una realidad histórica (experimentarla) a través de la ficción y sus símbolos. La descripción poética de la palabra logra comunicar la profundidad del sentimiento que ni el registro fotográfico, ni la denuncia periodística, ni el análisis académico pueden alcanzar por separado, a pesar de su relevancia indiscutible.