Hace 40 años, los agentes de la dictadura militar desaparecían a unos de esos periodistas que suelen pasar desapercibidos entre los grandes referentes del oficio. En las cátedras de redacción periodística, rara vez se pronuncia su nombre o se comentan sus crónicas ejemplares. Quizás estos datos sean otra oportunidad para reseñar este libro de Máximo Eseverri. Una buena opción para acercarse a la vida y al trabajo estético de Enrique Raab.
Más allá del nombre
Un nombre en una lista del informe de la CONADEP sobre periodistas desaparecidos. Un nombre en la enumeración que Carlos Ulanovsky escribe para referirse a los integrantes con quien compartió espacio en las redacciones de élite. Un nombre en el título de un libro que recupera testimonios para estudiar una vida y una forma de practicar el periodismo antes de la dictadura cívico-militar en Argentina. Enrique Raab no se preocupó por construir un mito del origen como tienen los grandes escritores (Sarmiento, Borges, Arlt, Walsh, Puig), pero las voces que Máximo Eseverri reúne en esta biografía aportan datos que hubieran sido útiles para esa tarea.
Raab nace el 2 de febrero de 1936 en Viena. Su padre tiene una fábrica de impermeables y su madre trabaja en casa. Matrimonio europeo de clase media. Cuando se concreta la anexión de Austria al Tercer Reich en 1938, viven dos años bajo el régimen nazi. Luego, la familia huye a bordo de un barco italiano. Transitan por Grecia y España. En Argentina, contactan con una tía que los ayuda. Elsa es la garantía de la “visa llamada” para inmigrantes: la invitación de un familiar que tiene una residencia previa de dos años como mínimo. Al llegar a este país, Enrique tiene seis. Estudia en el Colegio Nacional de Buenos Aires, pero nunca obtendrá el título. Le faltará una materia para recibirse. Motivo: discrepancias con el profesor de Historia. Resultado: se convierte en autodidacta.
Raab nace el 2 de febrero de 1936 en Viena. Su padre tiene una fábrica de impermeables y su madre trabaja en casa. Matrimonio europeo de clase media. Cuando se concreta la anexión de Austria al Tercer Reich en 1938, viven dos años bajo el régimen nazi. Luego, la familia huye a bordo de un barco italiano. Transitan por Grecia y España. En Argentina, contactan con una tía que los ayuda. Elsa es la garantía de la “visa llamada” para inmigrantes: la invitación de un familiar que tiene una residencia previa de dos años como mínimo. Al llegar a este país, Enrique tiene seis. Estudia en el Colegio Nacional de Buenos Aires, pero nunca obtendrá el título. Le faltará una materia para recibirse. Motivo: discrepancias con el profesor de Historia. Resultado: se convierte en autodidacta.
Antes de trabajar como periodista profesional, es agente de viajes tres años. Esta ocupación le permite visitar Estados Unidos y volver a Europa, en especial a Paris. Políglota: sabe cinco idiomas. Sus aficiones también son varias. Gusta de las artes: teatro, música, pintura, literatura, ópera. Admira directores italianos: Visconti, Fellini y Scola. Tiene afinidad por el cine expresionista alemán de los años 20’. Además, conoce el cine clásico, el cine soviético, el cine mudo, el cine inglés, el cine yanqui y el francés. Su biógrafo sintetiza: “fue un amante del arte y la cultura y un comprometido observador de la realidad social y política de su tiempo” (p. 129). Será un hábil cronista.
![]() |
Enrique Raab en el rodaje del film "José", basado en un cuento de Ricardo Halac. |
Dentro de esa amplitud de intereses que tiene, a Raab le agrada el periodismo por su acceso a lo reservado. Dejará su marca en distintos medios gráficos de la época: su escritura se distingue del resto; también su personalidad. Sus conocidos le dicen “Radio Varsovia”, por una radio clandestina que, durante la época de la segunda guerra, filtraba noticias omitidas oficialmente en ambos bandos. El siempre tiene a mano una noticia rara. Antes de integrar las mejores redacciones, filma el cortometraje José, basado en un cuento de Ricardo Halac. Hacia 1961, Raab publica su primer trabajo periodístico: un número especial sobre Luchino Visconti en la revista del cineclub Gente de Cine. La realización integral del volumen y todos los textos que lo integran son atribuidos a él.
Luego, en marzo 1964, integra la redacción profesional de Primera Plana. Allí, su primera nota sin firma es sobre un cantante popular como fenómeno de masas: Palito Ortega. Después, pasa por el fugaz Todo de Bernardo Neustadt. Después, Jacobo Timerman lo convoca para ser corresponsal de Confirmado en Europa. Vive en París año y medio. Después, en 1968 escribe para Análisis. Después, se desempeña en el diario La Opinión: redacta crónicas desde Cuba en el ’74, cuando es el 15º aniversario de la revolución. (De ahí saldrá un libro recopilatorio.)
Por otra parte, a principios de los ’70, también se lo puede escuchar por Radio Municipal. En este espacio, junto a Enrique Pezzoni, conversa de actualidad, arte, literatura, teatro, música. Son grabaciones de veinte minutos que se ponen en los intervalos de las obras que se presentan en el Teatro Colón. Ya en 1975, participa en la redacción de la revista Nuevo Hombre. También escribe un texto para el número cero de Información (la publicación política de Montoneros antes del golpe militar del 24 de marzo) y en 1977 como corresponsal de Siete Días viaja a Malvinas.
En ese contexto, Raab es, a su manera, militante de PRT. Decide no exiliarse. Recibe visitas que lo advierten con cigarrillos que atraviesan suéteres y camisas. Escucha amenazas. Decide no vivir en la clandestinidad. El peligro lo rodea. En la madrugada del 16 de abril de 1977, un grupo entra al departamento de Raab en Viamonte 332 y lo secuestran con su pareja Daniel Girón, quien más tarde será liberado. El periodista sigue desaparecido. El libro de Eseverri, editado en 2007, aporta interpretaciones sobre esta vida y sobre la estética de su trabajo periodístico.
Biografía y crítica
La obra de Eseverri se divide en dos apartados. El primero trata sobre la vida de Enrique Raab. Aparecen las voces de su hermana Evelina, de sus amigos y colegas. Hablan Ernesto Shoo, Susana Viau, Lilia Ferreira, Roberto Jacoby, Edgardo Cozarinsky, entre otros. Las entrevistas están editadas como si pertenecieran a un film documental: fragmentadas y articuladas sobre un tópico. Además, en esa técnica cercana al montaje cinematográfico, entre los testimonios van apareciendo retazos de sus textos o, a veces, artículos completos recuperados del archivo.
Los testimonios son comentarios sobre sus gustos culturales, anécdotas sobre su comportamiento social, el modo particular de su militancia política, su presencia en las diferentes redacciones de los medios periodísticos, la última etapa de su vida en un contexto represivo, la escena final antes de su desaparición. Las voces entrevistadas trazan un perfil (no sin discrepancias) de Enrique Raab, que luego serán parte de los fundamentos con los que el autor interpreta o da claves para comprender a alguien que forma parte de una constelación cultural.
En ese contexto, Raab es, a su manera, militante de PRT. Decide no exiliarse. Recibe visitas que lo advierten con cigarrillos que atraviesan suéteres y camisas. Escucha amenazas. Decide no vivir en la clandestinidad. El peligro lo rodea. En la madrugada del 16 de abril de 1977, un grupo entra al departamento de Raab en Viamonte 332 y lo secuestran con su pareja Daniel Girón, quien más tarde será liberado. El periodista sigue desaparecido. El libro de Eseverri, editado en 2007, aporta interpretaciones sobre esta vida y sobre la estética de su trabajo periodístico.
Biografía y crítica
La obra de Eseverri se divide en dos apartados. El primero trata sobre la vida de Enrique Raab. Aparecen las voces de su hermana Evelina, de sus amigos y colegas. Hablan Ernesto Shoo, Susana Viau, Lilia Ferreira, Roberto Jacoby, Edgardo Cozarinsky, entre otros. Las entrevistas están editadas como si pertenecieran a un film documental: fragmentadas y articuladas sobre un tópico. Además, en esa técnica cercana al montaje cinematográfico, entre los testimonios van apareciendo retazos de sus textos o, a veces, artículos completos recuperados del archivo.
Los testimonios son comentarios sobre sus gustos culturales, anécdotas sobre su comportamiento social, el modo particular de su militancia política, su presencia en las diferentes redacciones de los medios periodísticos, la última etapa de su vida en un contexto represivo, la escena final antes de su desaparición. Las voces entrevistadas trazan un perfil (no sin discrepancias) de Enrique Raab, que luego serán parte de los fundamentos con los que el autor interpreta o da claves para comprender a alguien que forma parte de una constelación cultural.
En el instante en que Raab guarda para sí o ignora sus diferencias con las vías revolucionarias, en el instante en que troca mirada crítica y denuncia por tolerancia de situaciones que no comparte, funda la base de una asimetría que, a la larga, hará imposible tanto una separación definitiva como un vínculo más profundo y consistente con las organizaciones revolucionarias a las que buscó adscribir. En el momento clave, ese problema generará su desprotección frente a la máquina de muerte e injusticia contra la que luchó toda su vida.

Este apartado del libro es más interesante para cronistas, estudiantes de periodismo y quienes quieran acercarse con una guía a los textos de Raab, cuyos géneros fueron la crónica, la crítica y la entrevista. Escribió sobre variados temas sociales, culturales y políticos. No obstante (este es un comentario personal) Raab no fue el único "todoterreno". Por ejemplo, en esa época, Francisco Urondo, con la misma adaptabilidad, podía entrevistar a un poeta vanguardista y redactar un informe sobre el nuevo cine argentino o sobre la distribución del gas licuado en garrafa. Pero la estética raabina se distingue por rasgos que detalla Eseverri.
La estética de Raab tiene entre sus objetivos principales la elegancia. En cada juicio negativo E.R. busca lograr la diferencia sobre lo agresivo. En cada elogio, se persigue un plus sobre la adulación. La mirada de Raab se encuentra ‘tallada’ por su propia biografía: es inconfundible del recorrido que realizó por el paisaje cultural, social y político argentino a lo largo de dos décadas.(…) También es inescindible de su condición de paria, de exiliado, de presa que ha escapado a su predador y que vive siempre atenta y preparada para nuevos ataques.
Otra característica es la matriz cultural vienesa, que no tenía una separación categórica entre la alta cultura y la cultura popular. Eseverri explica que esta división existía en Argentina frente a fenómenos, por ejemplo, como el de la ópera. En cambio, Raab, en su escritura periodística, aplicó algunos presupuestos y nociones de aquella matriz. Así practicó un diálogo entre el arte contemporáneo y el arte clásico, entre lo popular y lo erudito. Sus vastos conocimientos artísticos le permitieron concebir un amplio campo de relaciones al momento de escribir críticas culturales o crónicas políticas. Este aspecto hizo que su mirada fuera diferente sobre los mismos temas.
Textos recuperados
Eseverri argumenta que el enfoque raabiano se caracteriza por conjugar expresiones de la ‘alta’ y la ‘baja’ cultura. No las sintetiza ni las homologa: las reconoce como manifestaciones distintas de un campo general complejo para luego relacionarlas desde la sensibilidad y la ocurrencia. En cuanto a técnicas, aplica más las del teatro que las de la novela o el cuento. Además, cuando narra, para pensar su tiempo, Raab elige la analogía, la transcripción de un diálogo en la calle, el cruce de distintos lugares y tiempos. También conviene agregar que, en su escritura, fluye un humor ausente en otros periodistas como Walsh o Urondo, aunque sí está en Osvaldo Soriano.
Así, en los textos de Raab, aparecen vínculos inusuales. Por ejemplo, los gestos de Mirtha Legrand remiten al teatro Kabuki; para él las fanáticas de Palito Ortega son como las mujeres que se desmayaban al escuchar el piano de Liszt; el Gordo Porcel se convierte en un ejemplo local del suprarrealismo de Bretón. Otras situaciones irónicas: un Borges ciego que sin descanso firma ejemplares en una librería luego pregunta cuánto falta para que termine, mientras la gente le pide dedicatorias; un peronista en la movilización del '73 a plaza de Mayo lleva enrollado La Prensa y le dice al cronista que ese es un diario que siempre dice la verdad para todos, incluidos los gorilas.
En aquel momento, este libro de Eseverri (además de su contribución analítica) acercó algunos textos periodísticos de Raab que eran difíciles de conseguir. Si bien Ana Basualdo, para Editorial Perfil, había compilado en 1999 una serie prologada de crónicas divididas en secciones temáticas, también era improbable encontrarlo disponible por estos lados. Allá por 2008, en la web sólo circulaban unos pocos textos transcritos y escaneados que podían leerse como quien descubre mensajes en una botella esperada. Pero hace poco, en el 2015, María Moreno prologó y comentó una antología de Sudamericana. El precio, claro, es otra historia. A buscar bibliotecas.
Textos recuperados
Eseverri argumenta que el enfoque raabiano se caracteriza por conjugar expresiones de la ‘alta’ y la ‘baja’ cultura. No las sintetiza ni las homologa: las reconoce como manifestaciones distintas de un campo general complejo para luego relacionarlas desde la sensibilidad y la ocurrencia. En cuanto a técnicas, aplica más las del teatro que las de la novela o el cuento. Además, cuando narra, para pensar su tiempo, Raab elige la analogía, la transcripción de un diálogo en la calle, el cruce de distintos lugares y tiempos. También conviene agregar que, en su escritura, fluye un humor ausente en otros periodistas como Walsh o Urondo, aunque sí está en Osvaldo Soriano.
Así, en los textos de Raab, aparecen vínculos inusuales. Por ejemplo, los gestos de Mirtha Legrand remiten al teatro Kabuki; para él las fanáticas de Palito Ortega son como las mujeres que se desmayaban al escuchar el piano de Liszt; el Gordo Porcel se convierte en un ejemplo local del suprarrealismo de Bretón. Otras situaciones irónicas: un Borges ciego que sin descanso firma ejemplares en una librería luego pregunta cuánto falta para que termine, mientras la gente le pide dedicatorias; un peronista en la movilización del '73 a plaza de Mayo lleva enrollado La Prensa y le dice al cronista que ese es un diario que siempre dice la verdad para todos, incluidos los gorilas.
En aquel momento, este libro de Eseverri (además de su contribución analítica) acercó algunos textos periodísticos de Raab que eran difíciles de conseguir. Si bien Ana Basualdo, para Editorial Perfil, había compilado en 1999 una serie prologada de crónicas divididas en secciones temáticas, también era improbable encontrarlo disponible por estos lados. Allá por 2008, en la web sólo circulaban unos pocos textos transcritos y escaneados que podían leerse como quien descubre mensajes en una botella esperada. Pero hace poco, en el 2015, María Moreno prologó y comentó una antología de Sudamericana. El precio, claro, es otra historia. A buscar bibliotecas.
Eseverri, Máximo. Enrique Raab: claves para una biografía crítica. Periodismo, cultura y militancia antes del golpe. Buenos Aires: Prometeo, 2007.
Comentarios