Un mapa tipográfico de la prensa

Leandro Forti, Sobre el margen, periodismo, medios
 Este ensayo periodístico traza algunas coordenadas sobre la prensa escrita para dialogar con la comunidad lectora. Los despidos, los cambios y las iniciativas en el contexto argentino. Las fuentes alternativas para saltar el cerco mediático y poder informarse. Los desafíos para sobrevivir en la época digital. Un mapa para orientarse en este panorama mutante.    



     

   El sur: una postal del siglo XX

El magnate británico Alfred Harmsworth solía escribir reflexiones sobre su oficio como editor periodístico en el Daily Mail. Un día de enero de 1918 deja anotado: “El poder de la prensa [press] es muy grande, pero no tan grande como el de suprimir [suppress] las noticias”. Luego de la Primera Guerra Mundial, el sociólogo Harold Lasswell será más optimista y pensará en los medios de la época como instrumentos infalibles para gestionar las opiniones desde el gobierno. En 1927, aún lo guiaba el entusiasmo por la eficacia de las operaciones propagandísticas en el conflicto bélico. Más tarde, a mediados de los '40, su colega Paul Lazarsfeld se encargará de repensar la omnipotencia mediática.

Sobre el margen Lord Northcliffe Prensa de masasDurante este período de posguerra, el debate por los efectos de la propaganda moderna, que interpelaba las emociones más que la razón, también ocupó a Bertrand Russell. Ensayó sobre el tema en una conferencia de 1922, donde afirmó que la educación tenía dos objetivos. Primero, ofrecer conocimientos específicos, como la lectura y la escritura. Segundo, crear hábitos mentales que les permitieran a las personas adquirir más conocimientos y pensar por sí mismas. Por lo tanto, en las escuelas estatales, debía enseñarse la costumbre de evaluar la evidencia y la práctica de no asentir plenamente aquellas proposiciones que no ofrecieran razones para creer en su veracidad.

Una de las propuestas de Russell era que, en las aulas, debía ejercitarse el arte de leer los periódicos con incredulidad. La actividad sugerida para el profesor era elegir algún acontecimiento lejano que haya despertado pasiones políticas. Luego, comparar las versiones sesgadas de los diarios y considerar algún relato imparcial de lo que ocurrió. Así se demostraría cómo un lector crítico es capaz de inferir que todo lo publicado en los diarios es más o menos falso (“untrue”). Esta enseñanza (del escepticismo cínico) haría que los niños, en su vida adulta, fueran inmunes a las interpelaciones que inducen a la gente decente para favorecer los planes de los infames (“the schemes of scoundrels”).

Estamos en las primeras décadas del siglo XX. Todavía es la etapa del periodismo de masas. La prensa escrita está en el centro del sistema periodístico. En pocas páginas, las privilegiadas letras de molde condensan diariamente los acontecimientos del mundo. Detrás de las empresas, un nombre y una cara delimitan el perfil de los empresarios que se dedican exclusivamente al rubro. Emperadores de su maquinaria informativa: son el cuarto poder democrático y pergeñan las verdades cotidianas a través de sus veredictos tipográficos. Ellos tienen el monopolio de la intermediación con la ciudadanía.  

Las etapas generales del periodismo como institución que recupera Jürgen Habermas aún sirven para pensar la relación de los medios con el espacio público, sobre todo el paso de la prensa de opinión (que prioriza su función crítica) a la prensa-negocio (que prioriza la función lucrativa). Las empresas periodísticas con intereses privados, sustentadas por los avisos comerciales, se ocupan de los asuntos públicos. El esquema que ubicaba a la publicidad como mediadora crítica entre sociedad y Estado se complejiza. Por ejemplo, los vínculos cercanos entre gobernantes y prensa (complicidades o enfrentamientos) que influyen en la forma en que se visibilizan (o no) los asuntos públicos.

Dentro de este sistema de medios unidireccional, el poder de configurar la agenda pública reside en establecer los temas sobre los que se pensará y discutirá. El método Russell requería de versiones publicadas para aplicar inferencias críticas y prevenirse contra las falsedades. En cambio, lo entrevisto por el magnate Harmsworth fue más potente. Cuando el poder se ejerce con la omisión (o la exclusión) informativa, el acceso para conocer ciertos hechos (si se aceptan que existen) se limita a la experiencia individual o al intercambio con los otros. Un siglo no pasa en vano. Esta decisión editorial restrictiva se desarrolla actualmente con los límites que marca la presencia  de un sistema de medios interactivo.


El oeste: los escudos informativos

  El Buenos Aires Herald, en papel, es ahora un semanario. La revista Veintitrés se mudó al mono ambiente digital. Los diarios Tiempo Argentino y El Ciudadano de Rosario, debido a la rápida huida de sus dueños, se convirtieron en cooperativas. Página/12 todavía subsiste en manos del Grupo Octubre, pero con fuertes conflictos laborales. Luego del cambio político, los empresarios ajenos al rubro, que habían sostenido publicaciones irrigadas de tinta gracias a la generosa pauta oficial, se retiraron sigilosamente y dejaron una tormenta para el naufragio periodístico. Los pregoneros del kirchnerismo padecieron el cíclico reacomodamiento que traen los gobiernos de paso en Argentina.

En este sentido, podrían detallarse los conflictos que hubo en radio y televisión, pero lo que ocurre en esos medios excede los límites de esta nota. De todos modos, basta con mencionar que en los canales públicos se concretaron los despidos convenientes. Considerando la totalidad del sector periodístico, Agustín Lecchi, secretario de Organización del Sindicato de Prensa de Buenos Aires, le comentó a un periódico local que el 2016 fue “el peor año en la historia del gremio en pérdida de puestos de trabajo y vulnerabilidad de derechos, si dejamos de lado situaciones excepcionales, como la muerte de José Luis Cabezas”. Lecchi estima que hasta octubre despidieron alrededor de 3000 periodistas.

  El gobierno de Mauricio Macri (como todo gobierno) posee sus escudos informativos. Entonces, la expresión “cerco mediático” aparece en la argumentación política de las voces relegadas y disconformes. Estas acusaciones advierten que los hacedores de esa restricción son las corporaciones mediáticas. En la nueva reconfiguración, importa el dinero que otorga el Estado para publicitar sus acciones. La pauta oficial se redujo en 2016 pero aumentaron las cifras destinadas al Grupo Clarín y al diario La Nación. Otro cambio es que, desde el 16 de noviembre, rige el padrón del Registro Nacional de Proveedores de Publicidad Oficial (RENAPPO). Sólo los inscriptos podrán recibir dinero, si reúnen las características necesarias para que la campaña del caso logre los objetivos... 

 Uno de los acontecimientos periodísticos que mostró el funcionamiento del escudo de los grandes medios fue Panama Papers. La figura de Macri relacionada con empresas offshore (para evasión impositiva) no alcanzó las mismas consecuencias que afectaron a otros funcionarios del mundo. En Argentina, el tema fue perdiendo su tenue luminosidad pública, hasta que se reemplazó en la agenda por la irrupción del caso López. Otro detalle (paralelo) de las filtraciones panameñas es que las empresas informativas elegidas por el Consorcio Internacional de Periodismo de Investigación para trabajar con los datos y difundirlos también tenían gente involucrada directamente con el tema.

El antecedente con un comportamiento parecido fue el Cablegate de Wikileaks en 2010, cuando Julian Assange confió en 5 publicaciones internacionales y el resultado fue una manipulación del material. En Criptopunks, Assange cuenta que “The Guardian censuraba las instancias en las que una persona rica era acusada de algo en un cable, a menos que The Guardian tuviera intereses institucionales contra esa persona adinerada”. Por ejemplo, sobre el crimen organizado en Bulgaria aparecía alguien de nacionalidad rusa que era sólo uno de una extensa lista, pero el diario británico sesgaba el enfoque para que todo el asunto se limitara a esa persona, apartando los otros nombres.

Después, Assange decidió abrir el juego más allá de la primera alianza con las grandes cabeceras. En el caso local, la edición sesgada por omisiones se repitió en los diarios Clarín, La Nación y Página/12. No obstante, el material en bruto fue accesible desde Internet, en el sitio de la organización, que sufrió un intenso boicot de empresas privadas y de gobiernos. Además, hubo periodistas que recibieron los datos. Santiago O’ Donell se dedicó a trabajar en ArgenLeaks con los cables de la embajada estadounidense que trataban asuntos locales. Los medios tradicionales funcionaron como escudos, incluso de sí mismos, pero el contenido secreto terminó circulando por otros canales.

Aquí, los Panama Papers provocaron algunas iniciativas. Una fue el Consorcio de Periodismo de Investigación Autogestivo (CPIA). Esta alianza entre periódicos cooperativos y universidades publicó su primer informe en diciembre. Allí se analiza a nivel federal la cobertura que hicieron 13 diarios, desde el 3 de abril hasta el 9 de mayo. Según este documento, el CPIA quiso “crear un espacio de análisis crítico y contrapoder, de producción de pensamiento sobre la comunicación social”. Apuestan a otra forma de investigar y de practicar periodismo. Los próximos informes tratarán sobre empresarios, directivos y empleados jerárquicos involucrados en las operaciones de las cuentas offshore.


El este: un territorio estratégico

En Periodismo mutante, Sebastián Lacunza observa la composición de las redacciones para exponer los cambios en la prensa gráfica. Compara el personal de los sitios web informativos con el de las publicaciones tradicionales, que tienen sus versiones en papel y en digital. Afirma que el más desarrollado es el diario Infobae. Este medio creado por Daniel Hadad en 2002 compite actualmente mano a mano con la cantidad de visitas que registra La Nación. Aquél diseñó secciones y una estructura de redacción “parecidas a las de un medio gráfico tradicional”. El detalle es que su grupo de trabajo apenas reúne a unos 60 periodistas (un número menor al de un “diario mediano”).

  Lacunza repasa el equipo que tienen otras publicaciones netamente digitales como Minuto Uno, Big Bang News, MDZ y El Destape. Ninguna dispone de redacciones numerosas, pero afirma que supieron aprovechar el lenguaje digital y desplegaron su habilidad para explotar los insumos (información de terceros o de colaboradores). De esta manera, los sitios web pueden competirles la visita de los navegantes a las grandes cabeceras. Para Lacunza, el punto débil de las publicaciones nacidas fuera del papel es que no alcanzan el rédito suficiente como para formar redacciones que permitan generar contenidos con la misma “calidad y amplitud” que suelen ofrecer los medios tradicionales.

El dato positivo es que la web otorga en el campo periodístico una potencial visibilidad y una facilidad de acceso aprovechables. Este aspecto facilita que, por ejemplo, el director de La Izquierda Diario participe cada tanto de un programa como Ronda de Editores, donde integrantes de los medios comerciales discuten en la televisión pública temas de la agenda con María O’ Donell. Alquilarse una parcela en el reino digital también es una tendencia creciente en el sector de las revistas culturales. El último censo de AReCIA registró por primera vez un mayor uso único del soporte digital. El dato negativo es que esta suele ser una elección forzada para poder sobrevivir.
 
 Según el informe del censo, las causas de ese fenómeno son “los aumentos sostenidos en los costos de impresión y la concentración en el mercado de distribución”. Hace cuatro años que AReCIA denuncia, ante la indiferencia estatal, la falta de una ley que proteja, promocione y fomente a las revistas culturales, las cuales se enfrentan al libertinaje del mercado. Estos factores conducen hacia una concentración del sector gráfico argentino: el resultado es menos revistas y menos trabajo. El contexto económico de 2016 complicó esta situación. La cantidad de revistas censadas fue 162: cayó un 9% y un 28% con respecto a 2014, cuando se habían registrado 213.

 Del total de las revistas censadas este año, el 66% usa papel y el 70,9% (115) tiene plataformas virtuales. De las que son gráficas y digitales, el 67,8% produce material exclusivo para la web. Sólo el 29% recurre al papel como único soporte. En este sentido, otro dato es que el 80% de las revistas aparecidas desde 2011 optan por el soporte digital. Casi todas disponen de un perfil de Facebook y más de la mitad tiene una cuenta de Twitter para interactuar con sus lectores, que aumentaron. Importante: más de la mitad de las visitas que se registran provienen de las redes sociales. Luego, aparecen los buscadores (25,2%), el tráfico directo (13,9%) y el correo electrónico (2,6%). 

  En su mayoría, las revistas culturales independientes se financian con pauta privada y con (escasa) pauta pública. Pero la base de estas publicaciones es el vínculo de suscripción con sus lectores/ras, para quienes se piensa el contenido y el estilo. La ética profesional que esgrimen contrasta con la de los accionistas invisibles o la de los empresarios con objetivos distantes, que relegan la tarea informativa y cultural por otros negocios. Extintos los empresarios periodísticos de antaño, aquella figura puede recambiarse por actores grupales de esta clase que subsisten y persisten a fuerza de intereses genuinos más que por los indiscriminados afanes de lucro o de los favoritismos partidarios coyunturales.


El norte: los reyes y el tributo

El modelo de negocio agotado del siglo XX es un problema que viene preocupando a los empresarios desde hace mucho tiempo. No hay intentos seguros de poder resolver el dilema a corto plazo. El tradicional sistema de medios sigue mutando para adaptarse al contexto, cuyo futuro es incierto. Lo seguro es que la brújula común indica que quedarse afuera del entorno digital es dar ventaja o desaparecer; también es la opción para seguir publicando, debido a los elevados costos de impresión. En la visión webcéntrica del mundo, lo que en otra época era un complemento hoy resulta fundamental.

 Martín Becerra, en Los reyes del mambo digital, explica bien cómo la digitalización de las actividades productivas fue un quiebre con respecto a “la edad dorada de los grandes medios”. La intermediación de mega empresas nativas de la web afectó el modo en que funcionaba “la cadena productiva de la información y el entretenimiento”. Estos nuevos actores que dominan en el territorio digital les quitaron a las industrias mediáticas tradicionales los controles sobre los contenidos que producen. Entonces, se altera su forma de organización, de distribución, de exhibición y de comercialización.

  Los dos reyes consolidados de este imperio (por ahora) son Google y Facebook. El primero, con su algoritmo de búsqueda y su sistema de indexación, condiciona la circulación de contenidos. La primera página de los resultados es como una gran portada en forma de lista jerárquica. El segundo, en tanto red social, facilita la disección de las ediciones de los medios tradicionales, puesto que saca los contenidos de la publicación original para incrustarlas en su plataforma. A cambio del tributo monetario, estos intermediarios gigantes ofrecen un tráfico indirecto de usuarios a los sitios web.

  En este siglo, terminó el monopolio de los medios tradicionales en la distribución, exhibición y comercialización de contenidos. Políticos, empresas, artistas perciben este hecho como una oportunidad para dirigirse directamente a sus interlocutores. A la vez, se consolidan otros intermediarios, como Google y Facebook. Becerra afirma que el ecosistema digital aún es “adicto a la producción de contenidos” del sistema de medios. Por lo tanto, la fortaleza de los medios tradicionales es que, junto con las industrias culturales, “siguen siendo los principales polos abastecedores de los contenidos que son luego distribuidos y también reorganizados por los intermediarios de Internet”. Otro tema.

  Las prácticas de lectura actuales se apoyan en estos intermediarios para informarse, o para enterarse. (Recuerde cómo llegó a leer este ensayo.) En el entorno virtual, la actualidad periodística circula por las redes sociales, junto con otros contenidos de toda especie. Igual que antes, la mirada percibe rápido los clásicos elementos textuales que intrigan (o no) desde el título, la bajada, el resumen (+los comentarios). Luego, se accede al contenido repentino o se lo deja fluir en el vértigo digital. A esos materiales fragmentados se accede, con frecuencia, a través de artefactos portátiles que funcionan como accesos remotos a la red. Probables lecturas por una derivación sin rutina prevista.
  
Sudamérica América Latina Concentración Telecomunicaciones Medios  En los espacios sociales de la web, la acción básica es compartir: se pueden enviar retazos de información a otras personas. Quizás así se da una mayor mediación interpersonal en el contenido periodístico que se recibe. (De ahí a influir eficazmente sobre otros, existe un biombo con un reverso enigmático.) En todo caso, cambia el modo de relacionarse con esa configuración que, según los manuales, se llama actualidad. Acaso hay como una actualidad fragmentada con nudos que atraen la atención sobre tópicos convocantes de la atención diaria. El contacto con los perdigones noticiosos a través de la prensa (hipertextual) es más frecuente que en otra época, pero esa actualidad puede ser algo más que una selección reacomodada de la agenda dominante.

  Por último, hay otra arista problemática que conviene señalar. Según un reciente estudio del Observacom, se (re)afirma que la concentración del sector de medios y telecomunicaciones de América Latina es mayor que en Europa y en Estados Unidos. En efecto, Internet es una de las industrias concentradas en los mercados más importantes de esta región. El dato de este informe es que, en varios países latinoamericanos, “cuatro (o menos) empresas superan el 95% de dominio de mercado en la provisión de acceso a la banda ancha”. Por lo general, son las mismas empresas que tienen “posición dominante en telefonía fija, móvil y servicios de acceso a Internet aunque en algunos países este dominio también se extiende a las empresas de televisión de pago”.


  Los bordes del mapa

La propuesta de Russell es de principios del siglo XX. En lo fundamental, tan sólo recupera actitudes de siglos anteriores, que se repitieron en la práctica con distintas formas hasta hoy y que seguirán vigentes (por lo menos, hasta mañana). Internet ha cambiado y sigue cambiado el mundo cotidiano. Nada nuevo bajo el sol azteca. Pero si relee el título de este ensayo, verá la palabra “prensa”, que ya es como un arcaísmo. También para ilustrar la escritura (periodística o literaria) todavía suele usarse una máquina de antaño, que es un quieto objeto de colección. ¿Estos usos no simbolizan formas de pensar y de sentir aún ligadas a modos que intentan perdurar en la esencia de las prácticas actuales?    

Quizás surgen más palabras nuevas traducidas que novedades, pero las mutaciones de la prensa escrita son evidentes desde hace décadas. Junto con los cambios tecnológicos, fueron apareciendo recursos accesibles para controlar aquel sistema que se va quedando en las postales del tiempo. Formas de intermediación que irrumpieron de maneras que son conocidas. Un ejemplo que trata sobre lo publicado es el portal Diario sobre diarios, que hace más de una década funciona como un modesto observatorio. Ofrece un resumen de los nueve principales matutinos de Buenos Aires a través de una “lectura cruzada”. Además, este medio digital publica informes con datos en su “zona dura”.

Otro sitio más reciente que también entra en esta categoría es Chequeado, que hace seis años se encarga de verificar el grado de veracidad del discurso público, expresado por políticos y medios periodísticos. Para esa actividad crítica (fact-checking), se contrastan metódicamente los datos con fuentes primarias; también se acompañan algunos casos con la explicación de especialistas. Por otra parte, desde 2006, los blogs de autor (o de grupos) aparecieron como alternativas para ojos ávidos que desarticularon el consumo directo de una agenda monolítica para practicar un consumo segmentado.

Al mismo tiempo, las recientes estructuras comunicacionales van desplegando sus criterios y límites de acceso que, a primera vista, no son tan evidentes como los clásicos. El problema de la creciente concentración (que se puede agravar con la convergencia) es una alerta de posibles restricciones a futuro. En la lista de las desigualdades, además cuenta la capacidad (de recursos y de tiempo) para producir contenidos. Por otro lado, suele enfatizarse en cómo adaptar la tarea periodística a los nuevos tiempos, pero parece que las maneras de consumo sólo son consideradas como datos a los que atenerse en vez de replantear los modos de informarse con las posibilidades existentes.

Parte de la astucia de leer consiste en componer secuencias informativas, seleccionado fuentes, buscándolas y no sólo esperándolas mientras se revisan los perfiles en las redes sociales. Quizás el desafío debería involucrar a la comunidad lectora, que también puede pensar en las implicancias de los cambios continuos del espacio público. Internet es un recurso indispensable para la búsqueda de fuentes informativas y hay cambios que dependen más de hábitos que de leyes o normativas. La enseñanza de estas habilidades indispensables bien podría figurar, por ejemplo, en programas de alfabetización múltiple para las bibliotecas públicas, que participan de la formación ciudadana.

  En fin, ¿qué tan actuales resultan ahora expresiones como “el cerco mediático de los medios hegemónicos”, que sugieren la omisión editorial que las corporaciones ejercen con sus criterios en el intercambio público (aquí, si quiere, lea “batalla cultural”)? Una respuesta segura adoptaría la forma de conclusión, como si se tratara de un informe académico, pero mi escritura ya empieza a dudar de sí misma. Así que será conveniente trazar las dos últimas oraciones para enrollar este mapa tipográfico. Creer que las opiniones se definen sólo por elementos racionales es creer demasiado. No menos cierto es que informarse forma parte de una decisión que toman quienes se animan a pensar en su contra.   


Referencias

  • Assange, Julian (y otros).Criptopunks:la libertad y el futuro de Internet. Montevideo: Trilce, 2013.
  • Asociación de Revistas Culturales Independientes de Argentina. Quinto informe sobre el sector de revistas culturales independientes y autogestionadas en Argentina: octubre de 2016. Disponible en: www.revistasculturales.org/wp-content/uploads/2016/11/Quinto-Informe-ARECIA.pdf
  • Becerra, Martín. “Los reyes del mambo digital”. En Letra P, 13 de septiembre de 2016. Disponible en: www.letrap.com.ar/nota/2016-9-13-los-reyes-del-mambo-digital
  • Coblentz, Edmond D. (selección e introducción). Arte y sentido del periodismo [1954]. Buenos Aires: Troquel, 1966. 
  • Crettaz, José. “El fin de la pauta oficial está cambiando drásticamente el mapa de medios”. En diario La Nación, 09 de marzo de 2016. Disponible en: www.lanacion.com.ar/1877876-el-fin-de-la-pauta-oficial-esta-cambiando-drasticamente-el-mapa-de-medios
  • Evans, Patrick. “El legado de los Panamá Papers: ¿qué pasó después de la mayor filtración de documentos sobre paraísos fiscales de la historia?”. En BBC Mundo, 27 de diciembre de 2016. Disponible en: www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-38436156
  • Habermas, Jürgen. “La transformación política de la función de la publicidad”. En Historia y crítica de la opinión pública. Barcelona: Gustavo Gili, 1981.
  • Lacunza, Sebastián. “Periodismo mutante”. En Revista Anfibia, 16 de noviembre de 2016. Disponible en: www.revistaanfibia.com/cronica/periodismo-mutante/ 
  • Ludueña, María Eugenia. “El periodismo pierde cada vez más voces”. En Pausa Digital, 14 de noviembre de 2016. Disponible en: www.pausa.com.ar/2016/11/el-periodismo-pierde-cada-vez-mas-voces/
  • Mattelart, Armand; Mattelart Michèle. Historia de las teorías de comunicación. Buenos Aires: Paidos, 1997.
  • Mompart, Josep; Otto, Enric (editores). Historia del periodismo universal. Madrid: Síntesis, 1999.
  • Observacom. “Convergencia consolida concentración en América Latina: en varios países, cuatro o menos empresas dominan 95% del mercado de acceso a Internet”. Disponible en: www.observacom.org/convergencia-consolida-concentracion-en-america-latina-en-varios-paises-cuatro-o-menos-empresas-dominan-95-del-mercado-de-acceso-a-internet/
  • O’Donnell, Santiago. ArgenLeaks: los cables de Wikileaks sobre la Argentina de la A a la Z. Buenos Aires: Sudamericana, 2011.
  • Russell,Bertrand. Free thought and official propaganda. New York: B.W.Huebsch, 1922.

Comentarios