Este sábado 27 de julio hubo juntada en El Birri. Allí estuvieron las familias de la feria campesina Desvío a la raíz. También estuvo Félix Díaz, referente qom de la comunidad La Primavera. El músico mapuche Jeremías Chauque lo invitó a una charla que abordó las reivindicaciones de los pueblos originarios. Una peña folclórica cerró el encuentro. Aquí, desvíos textuales y extractos de la reunión.
Verde, querido verde
Ni rastros de la ola polar que se hizo sentir en la
última semana. La temperatura es benévola. Son casi las 21. Usted está frente a
la puerta de El Birri. Hace un par de pasos, cruza el dintel y lo que encuentra
parece desmentir aquello que los carteles anteriores le habían informado. Porque, en
este momento, no es la Estación Mitre que avisó un cartel en la vereda.
Tampoco es un Centro cultural como figura en la entrada. Parece una modesta verdulería
de sábado a la noche. Rodeando la base de una columna, hay tomates, rábanos, lechuga,
cebolla de verdeo… En la otra columna, usted divisa hojas de acelga, huevos,
naranjas y plantines de frutilla. En cambio, si mira hacia arriba, permanecen
los trapecios y las telas de acrobacia. Arriba a la izquierda, un pasacalles
ubica mejor: “DESVÍO A LA RAÍZ/ Feria familiar con identidad”. Baja la
mirada y advierte con detalle una mesa larga que sostiene los productos que se
ofrecen. Sobre un mantel de patitos en fila, hay artesanías con piña de pino,
pero también alfajores de maicena, tortas de manzana, pasta frola, miel,
mermeladas, dulces, aceitunas, pickles, pan casero.

Frente a esa mesa tentadora, está la agrupación Madre
Selva con otra mesa que exhibe libros y folletos de la campaña ¡Paren de Fumigarnos! Ahí hay varios títulos
de ocasión para elegir. Uno de tapa negra que enseña la mitad de un
rostro parece el adecuado para la charla que habrá más tarde. Lo toma en sus
manos, lo abre y lee: “La realidad de las comunidades indígenas desmiente a la
publicidad empresaria. Desalojos violentos, desmontes, inundaciones y sequías,
intoxicaciones con agroquímicos, pobreza. El costo social, sanitario, ambiental
y económico del modelo agrario” (Darío Aranda, Argentina originaria. Genocidios, saqueos y resistencias, Buenos Aires,
Lavaca Editora, 2010, p. 5). Además, el autor dice que los pueblos indígenas
son pioneros en varias cuestiones. Tenían un dios antes de que la Iglesia
católica arribara a estos lares. Tenían formas de gobiernos preexistentes al
Virreinato del Río de la Plata. Tenían leyes previas a la Constitución Nacional. También fueron pioneros en conocer la tortura, la
matanza y el robo de sus hijos. “Y defienden el territorio y los bienes
naturales desde mucho antes que se comenzara a hablar de ecología.”
El periodista continúa afirmando que Argentina exporta
naturaleza: “Envía al exterior cultivos industriales, petróleo, minerales,
pasta de celulosa. Deja en el país sequías, inundaciones, aguas contaminadas,
tierras empobrecidas, drenajes ácidos, extinción de especies, pérdida de
soberanía alimentaria”. (Venas todavía sangrantes, acotará alguien por ahí.) El
autor remarca que aquella es una continuidad del pasado, pues, en los
últimos 150 años, los modelos productivos se valieron de “los ancestrales
territorios indígenas”. Pero tampoco es algo tan lejano: “En la década del 90
se creó el entramado jurídico para el avance de esas industrias. Durante los
últimos veinte años los sucesivos gobiernos protegieron, incentivaron y
promocionan el modelo extractivo, basado en exportar naturaleza. ‘Bienes
comunes’ dicen los intelectuales. ‘Recursos no renovables’ llaman los
economistas. ‘Nuestra vida’ explican los pueblos ancestrales” (ob. cit., p. 6).
Usted deja el libro, mira hacia atrás y, como de
pasada, observa un par de doñas selectivas que huelen achicoria y rúcula. Pero
detrás de ellas, a lado de la mesa con patitos, lo ve a Félix Díaz sentado en
una silla, cruzado de piernas, con campera verde y zapatillas verdes también. Sutiles
combinaciones a tono. Cerca de la medianoche, aquel referente qom empleará una
metáfora a partir de un elemento de la naturaleza. Hablará del tizón
como un tronco que una vez encendido en su mitad permanece así bastante tiempo.
A ese mismo trozo de leña se le agrega pasto, hojas, plástico... “El fuego no
excluye nada”, dirá el hombre de pelo entrecano. Al contrario, ese elemento
predilecto de Heráclito incorpora, suma, convoca. Ahora, en el fluir de esta
escritura, da para pensar que El Birri se parece bastante a ese tizón que reúne varios agentes sociales y funde todo en una misma unidad.
Desvío I
Jorge Bergoglio, alias Papa Francisco, presidió en Brasil
la Jornada Mundial de la Juventud. Ese fin de semana los canales de noticias estuvieron
calcándole cada palabra y cada movimiento. De repente, el país que hasta hace
poco era mostrado como una invitación a la protesta pública se convirtió en un
paisaje de paz. Fue un gesto mágico. ¿A qué viene esto? Es que el 24 de junio Díaz
fue recibido en el Vaticano. Aquella famosa foto (Pérez Esquivel de por medio)
le dio repercusión internacional al tema. Lo curioso es que la imagen terminó
siendo usada para varias cosas, menos para el objetivo previsto. Hasta se lo
criticó al cacique de La Primavera por acercarse a la máxima autoridad que
representa una institución que avaló la conquista americana. Una de esas
voces fue Roberto Ñancucheo, que es uno de los referentes de ENOTPO (otro sector que reúne pueblos indígenas). Sin duda, aquel argumento porta
una verdad. Considerado desde esa perspectiva, la misma prueba lógica se refleja
en el agua del tiempo para indicar que asumir un cargo en el Estado, entonces, es
pertenecer a una institución impune que planificó en el siglo XIX
la “Campaña del desierto”.
Así que plantear el asunto en esos términos es
infructífero (para usar alguna jerga de feria). Quizás haya que considerar otro
acontecimiento con menor repercusión. El mismo 24 de junio en Neuquén, la
comunidad Newen Mapu tuvo su ceremonia de la vuelta del año. Aranda, un cronista
comprometido a largo plazo con el testimonio indígena, narró el ritual desde
adentro: “El Wiñoy Xipantu, una de las ceremonias más importantes del Pueblo
Mapuche, explicitó una lucha que une a pueblos originarios y organizaciones
sociales, y que tiene enfrente al Gobierno nacional, a los provinciales y a
corporaciones multinacionales” (No
pasarán, MU, año 7, n° 67, p.8). Entre álamos, cerca del río Limay, se ratificó
la resistencia de aquellos habitantes para evitar la avanzada de la contaminación
petrolera que ya existe en los territorios comunitarios del sur. Acá lejos, lo
único que llegó en el mes de julio fueron las ligeras discusiones mediáticas
sobre el acuerdo firmado entre YPF y Chevron para explotar en Vaca Muerta
hidrocarburos de manera no-convencional, es decir, mediante fractura hidráulica
(o fracking).
Es cierto que el conflicto mencionado tiene múltiples
aristas y se pueden atender varias posiciones. Lo que resulta difícil evadir es
que empiezan a exponerse las limitaciones de los gobiernos progresistas de la región respecto a cuestiones vinculadas con los
modos de producción que tiene esta versión del capitalismo. Mientras tanto, hay
sectores políticos que, desde la quietud, sólo cuestionan con la boca en busca
del poder gubernamental, pero que acaso nada harían si los ubicaran en ese
mismo rol. En su mayoría, son las agrupaciones indígenas y asambleas vecinales
las que verdaderamente cuestionan con experiencia ese costado del modelo global.
(Salvedad: existen concejales, diputados o intendentes que se suman a
esas iniciativas, a pesar de las inevitables contradicciones en que los mete la
estructura partidaria.) Demandan cambios, consideraciones, derechos básicos. Sucede
que el denominado modelo extractivista
no sólo avanza contra la “naturaleza”, sino contra el espacio en
el que se vive y hasta contra la propia vida.
Producción familiar
La charla del sábado inició a las 22.30. En la sala de
teatro del Centro Cultural y Social El Birri, las sillas no alcanzaban a formar un semicírculo. “Qué poca gente”,
comentó alguien del público. Y sí, había poca, pero había, y también el
encuentro salía por radio, en Internet. Pocos segundos más tarde, Jeremías
Chauque, sentado enfrente, abrió el silencio, se refirió a la propuesta, le dio la bienvenida a
Félix Díaz y después le pasó el micrófono a su compañera. Alumine explicó brevemente
en qué consiste el proyecto: “Muchas gracias a todos por venir. Somos un grupo
que armamos una feria con cosas orgánicas. Esta feria la hacemos cada quince
días y la única consigna que tiene es ‘sin agrotóxicos’. No se cobra entrada.
No se cobra puesto. Así que quedan todos invitados, domingo por medio, a la
feria de la raíz, como la llamamos”. La propuesta tiene su página de Facebook.
Ahí, se puede obtener más información (productos, precios, imágenes, mapas,
etc.)
Por otra parte, Alumine, que es una de las
productoras, agregó: “La gente del pueblo tiene su propia huerta y la mayoría consume
de ahí. Eso es algo muy bueno. Cada familia es su propio productor. Cada
familia no compra productos con químicos, sino que la mayoría
vive de lo que produce en su casa. Empezamos con esta idea porque cada vez se
está notando más esto que está pasando y que, por ahí, mucha gente no se da
cuenta. Estamos consumiendo muchos agrotóxicos. Estamos ayudando a la gente que
nos hace mal, a que nos sigan matando, a nosotros y a la tierra”. Los aplausos
se escucharon como el cierre de lo dicho y como un signo de aprobación del
público. Antes, Jeremías había comentado qué implicaba esta práctica
desarrollada por fuera de la lógica agro-industrial, que tiene antecedentes locales,
como el colectivo Eco femenino La Verdecita.
“La actividad comenzó
con la muestra de nuestra feria campesina que iniciamos hace meses en Desvío
Arijón, un pueblito que queda sobre la Ruta 11. Es una feria que nos está
permitiendo a muchas familias empezar a reencontrarnos con la sabiduría, con el
oficio, con la identidad. Y también nació por la necesidad de empezar a buscar
alternativas que nos permitan, de alguna manera, hacerle frente a este problema
que invade muchas provincias de este país. Un problema que tiene que ver con
esta forma de producción, que no es compatible con los que vivimos en zonas
rurales. Pero que tampoco es compatible con el que vive en la ciudad, porque
los alimentos que llegan a la ciudad llegan contaminados, llegan envenenados
con agrotóxicos.”

“Entonces, empezamos a juntarnos entre familias del
pueblo y consideramos que la mejor forma de frenar esto, que no tiene ningún
tipo de control, es justamente desde nuestras manos. Empezamos a hablar de
semilla. Empezamos a hablar de la raíz. Empezamos a retomar nuestras huertas, a
recuperar nuestros animales. Fue así como esta feria es una realidad y ya tiene
varios meses. Cada vez nuestro pueblo se va llenando de huertas. Vamos llenando
de huertas el pueblo. Con una fuerza impresionante, decimos que
estamos convencidos de que recuperamos nuestro espacio como campesinos, como es
mi caso, que tengo en mi sangre la voz y la enseñanza de mis abuelos, porque yo
soy de la Patagonia.”
El músico mapuche describió la feria como un espacio
que está construyendo presente y futuro: “Estamos mostrando que hay otra forma,
que otro tipo de producción es posible. Que una producción ligada a la salud,
ligada a la cultura, ligado a la hermandad es posible”. Más tarde, se refirió a
cómo las leyes actuales terminan castigando a quienes tratan de defenderse de la
contaminación. Luego, miró hacia su derecha y siguió hablando: “Yo tengo el
gusto de tener a mi hermano Félix acá con nosotros. Nos conocemos de fogones
que están prendidos en muchos lugares. Fogones de dignidad que están prendidos
en este territorio. No es casual que esté Félix acá, porque si uno habla de
cultura, si habla de raíz, si mete la mano en la tierra, habla de las culturas
originarias, que siguen vivas, que siguen resistiendo, que seguimos
resistiendo. Por eso, hace unos días, charlábamos y le contaba que me gustaría
que venga a mi casa, que venga al pueblo, que comparta lo que estamos
construyendo”.
“Yo le decía a Félix que acá no va a haber una
cuestión formal. Esto lo fuimos armando en poquitos días, pero con esta
necesidad de recibirte, de fortalecer tu corazón, de que sigas caminando y que
sigas llevando la voz de tu pueblo qom, que es la misma que mi pueblo del sur:
el mismo grito que venimos pegando hace 200 años, amigo. Esto no comenzó hoy.
Desde que esto se inició, viene generación tras generación pidiendo lo mismo:
respeto a la gente de la tierra. Necesitamos el territorio, porque nosotros no
vemos a la tierra como un bien de producción, como una forma de generar guita
cueste lo que cueste, sino que tiene que ver con nuestra identidad. Mi piel
está hecha de tierra. Mis hijos viven todos los días en un pueblito, en un ambiente
rural, porque así lo decidimos con mi compañera. Decidimos dejar la ciudad y
priorizar en ellos, que son los que el día de mañana se van a acordar que hoy
nos juntamos acá y que hablamos de raíz y que lo festejamos.”
“La subyugación de la naturaleza producirá como
consecuencia la subyugación del hombre, y viceversa, mientras el hombre no
comprenda a su propia razón y el proceso fundamental con que él ha creado y
mantiene en pie el antagonismo, ese antagonismo que se dispone a aniquilarlo” (Max Horkheimer, Crítica de la razón
instrumental,
Buenos Aires, Sur, 1973, p.185). La cita parece la
profecía apocalíptica de un chamán, aunque la pronunció un sociólogo en la década
del 40. De la mano de Adorno, Horkheimer denunció el sometimiento y la cosificación de la naturaleza. Ambos criticaban
que la racionalidad de los ilustrados se había pervertido en razón instrumental. La razón se vuelve un instrumento
que se constituye para dominar la naturaleza. Luego, ese dominio se traslada a
los seres humanos, que forman una unidad con ella. Por lo tanto, ese pensamiento dominador sería naturaleza
olvidada de sí. El olvido permite la cosificación.
Los de la Escuela de Francfort
cambian el eje del pensamiento de Marx. Otro es el conflicto que dinamiza la
historia: se pasa de la lucha de clases a la relación de la humanidad con(tra)
la naturaleza. El capitalismo sería una forma del proceso antagónico de
dominación que consolidó la burguesía en la sociedad occidental. La modernidad europea
fue la que dejó a un lado los mitos religiosos, entronizó la razón y creyó en la
fe del progreso infinito. La ciencia, a través de su método, oficializó un único
saber válido: el conocimiento científico. Este posibilitó descubrir el mundo como nunca antes y
generar verdades útiles. Saberes aplicados para resolver problemas. Adaptar el
entorno a las necesidades sociales. Así se pudo conocer mejor los elementos (fuego,
aire, agua, tierra) hasta lograr un apropiado uso de ellos. En su Discurso del método, Descartes sugería
el beneficio iluminador: “convertirnos en dueños y poseedores de la naturaleza”.
Ese proceso de conocer las fuerzas naturales,
manipularlas y no temerles, condujo a la instrumentalización, al dominio
técnico del mundo. “El
principio de dominio es el ídolo al que se sacrifica todo”, anotó Horkheimer allá
lejos y hace tiempo. Esta advertencia
iba contra la sociedad industrial de esa época que, a través de la técnica,
convertía los medios en fines. Para este autor, la tarea (esencial) de la razón
es hallar medios para lograr objetivos que cada caso propone. La razón subjetiva es la
que adecua los medios al fin. La meta termina siendo racional en un sentido
subjetivo. O sea, es razonable aquello que resulta útil para un sujeto. Asimismo,
la medida de valor es la eficacia, en detrimento de otros valores. Esto es opuesto
a la actitud de comprender el para qué.
En cambio, para escapar de esa lógica, la razón
objetiva sería la que, uniendo saber y ética, busca lo razonable para la
comunidad.
En aquel ensayo que reúne varios textos, Horkheimer daba
un ejemplo de la “indiferencia moderna”. Describía una variante de esa actitud
pragmática. Ahí donde el primitivo cazador de nutrias norteamericano veía en
llanuras y montañas “la perspectiva de una buena caza”, el empresario ve una oportunidad para poner un cartel publicitario que promocionará
cigarrillos. El ejemplo resulta casi inofensivo, debido a que la tecnología
avanzó a niveles insospechados. De todos modos, la actitud fundamental parece bastante
intacta: percibir a la naturaleza como una mercancía. Por ejemplo, un campo se
concibe como espacio para sembrar algo que será ganancia. Será una cosa en la
que se puede invertir. Por consiguiente, se recurre a las herramientas útiles y
eficaces para cumplir con ese objetivo. Las personas pueden verse como obstáculos para la aplicación de la técnica elegida. Esto es "razonable", aunque
una pregunta inquieta. ¿Contaminar a la gente no es otra forma de la
barbarie?
Charla sin fogón
La charla sin fogón continuó con la voz pausada y
parsimoniosa de Félix Díaz. “Muy buenas noches. Gracias a cada uno de ustedes por
permitirme compartir este espacio. Qué interesante el cambio cuando uno produce
esa necesidad de salir adelante. Yo creo que es la misma naturaleza la que nos
imprime esa fuerza para poder retomar lo que es la naturalidad de cada cosa. Los
seres humanos hemos sido parte de la manipulación que se hace hoy por querer
acumular y no importa la vida. Con tal de acumular dinero, acumular recursos, se
ignora el padecimiento de tanta gente que puede desarrollar su capacidad. Creo
que la ciencia es muy buena, pero también es muy negativa en algunas cosas. Ha
producido muchas cosas desagradables contra los pueblos originarios, que somos los
más afectados cuando tratamos de recuperar esa naturalidad.”
“Estaba escuchando a los
hermanos, compañeros que tratan de salir adelante con su propio esfuerzo.
Nosotros siempre decíamos, como pueblo originario, que la riqueza está en la
planta de los pies. Muchas veces creemos que las oportunidades están en Capital
Federal o en las ciudades grandes. Por eso emigramos, buscando ese espacio, por
una oportunidad, trabajando para las empresas industriales, fábricas que muchas
veces explotan y se aprovechan de la gente que quiere estar bien. En todos
estos casos que venimos reclamando por la defensa de la tierra, hemos
encontrado muchísimas dificultades que han producido muchas muertes. Todo el
tiempo, los pueblos indígenas asumimos la responsabilidad de poder convertirnos
en pequeños productores y nos atacaron con diferentes métodos, hasta que llegó
el momento en que esa autonomía ya estaba en otras manos.”
El referente
qom de La Primavera contó las dificultades de algunos productores para poder
mantener sus costumbres y para que los integren en una política estatal amplia.
Además, narró parte del camino que emprendieron las organizaciones campesinas y
que en 2008, luego del conflicto con las patronales agrarias, se concretó en la
Subsecretaria de Agricultura Familiar, dependiente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca. “Ahora está esta subsecretaría, pero
sigue ignorando la problemática de los pequeños productores, porque dentro de
esa política se debería trabajar para garantizar la ocupación territorial de
los pequeños productores, y también un proyecto de micro-emprendimiento para
facilitar la accesibilidad de recursos, y también la ubicación de los productos
en el mercado.”
“Entonces, yo creo que la
lucha que estamos emprendiendo tiene que ver con la lucha por administrar lo
nuestro, dirigir nuestras organizaciones, fortalecer nuestra autonomía. La
autonomía no quiere decir separarse del Estado, sino que es permitir que cada
sector conforme su propia organización a través de sus pautas culturales.
Nosotros hemos encontrado esa posibilidad de poder generar una oportunidad para
que los pueblos indígenas formen sus propias organizaciones y que tengamos que
administrar nuestros recursos naturales para que así nuestras familias tengan
sus tierras garantizadas con el respaldo jurídico como corresponde.”
“Así que esta es una lucha que requiere
mucha convicción de cada sector. Porque ninguno de los gobiernos va a venir a
fortalecerla. Los gobiernos están para dividir, para comprar, para cooptar
nuestras fuerzas. Y yo siempre decía que los pueblos indígenas no somos
producto, no somos comercio, no somos material descartable. Somos seres
humanos, pero lastimosamente nuestra dignidad como personas ha sido manipulada
por los Estados. Y esa forma de los gobiernos ha podido manipular enormemente a
los pueblos indígenas. A través de esa manipulación, se han perdido muchísimas
hectáreas de tierras, que antes daban esa autonomía. Los pueblos indígenas
trabajaban en grupos porque su propia naturalidad es trabajar
incondicionalmente, colaborando entre hombres y mujeres.”
“Cuando se cosechaba algodón,
el que tenía algodón le enviaba a sus hermanos, a sus amigos, a los que nunca
tuvieron terreno. Ellos no reparaban en los costos de la cosecha. Cuando una
familia cargaba cuatro bolsas de ese algodón, entonces dos bolsas eran para el
dueño de la chacra y dos bolsas para el cosechero. En ese momento, no había
patrón y el producto era el sacrificio que daba el pequeño productor indígena.
Venía su hermano que no tenía nada y compartía el cincuenta por ciento. No
pensaba ‘yo estoy regalando’, porque esa era la forma de poder ayudar a otro
que no había podido tener su algodón. Esa cuestión comunitaria también se
rompió, porque los gobiernos decían ‘vos tenés que saber con quién poder dar, a
este sí, a este no’. Esa división nos genera esta democracia que dice que nos
dio la libertad. Sin embargo, es la que cooptó nuestra vida, nos empobreció
y nos sigue asfixiando.”
Más palabras al fuego
Más adelante, Félix Díaz
mencionó que la impotencia causada por aquella situación lleva a emigrar hacia
los barrios periféricos de la urbe. “Muchos de nuestros hermanos que son del
interior emigraron a las ciudades, a las zonas urbanas. Me tocó la
posibilidad de estar recorriendo los barrios de mis hermanos indígenas en
Rosario, en Reconquista y ahora acá en Santa Fe. Este territorio santafesino es
territorio de los hermanos mocoví. Los qom tenían sus territorios en la zona
norte: Chaco, Formosa y Salta. Los hermanos mapuches, en el sur. Los diaguitas,
en Tucumán. Los collas, en Jujuy y Salta. Hay lugares donde los pueblos
indígenas tenían sus propios territorios. Pero ahora los hermanos qom, que son
de mi pueblo, a mí me sorprende muchísimo la cantidad de hermanos que están en
Rosario.”
“Es un barrio enorme, pero la
pobreza que tiene es indescriptible. Y uno trata de pensar de volver a su
territorio, pero su territorio ya está en manos de otra persona. Ellos creyeron
que emigrando iban a tener más posibilidades para que sus hijos se pudieran
formar, pudieran educarse, y pierden ese posible futuro de poder mejorar esa
calidad de vida. Para nosotros que mantenernos la postura de vivir en nuestro
territorio, la dificultad es enorme y la inhumanidad que nos tocó vivir es
terrible. Porque cuando nos paramos como pueblo indígena, el gobierno [provincial] nos niega
el agua, nos niega la salud, nos niega la educación, nos niegan hasta los D.N.I, pero seguimos siendo
indígenas.”
“Esa lucha que hemos iniciado
no es una lucha con aspiraciones a un cargo público o para ser candidatos en
las elecciones. Lo que estamos defendiendo es la tierra, porque esa es la que
nos genera el bienestar. Una familia sin tierra no tiene futuro. ¿Cómo podés
garantizar el futuro de tus hijos si no tenés un pedazo de terreno? Por eso, se
usa lo que es el tema de la usurpación, una figura jurídica que condena a aquel
que tiene derecho de ocupar su territorio. (…) Siempre digo en todas las
charlas que he dado: nosotros tenemos diversidades de cultura, porque venimos
de diferentes orígenes. No somos iguales, pero lo que unifica es este país que
se llama Argentina. Nos consideramos argentinos.”
Luego, el cacique aludió a las
divisiones que hubo en el Movimiento Campesino Formoseño. Comentó la situación
conflictiva que viven en su provincia (gobernada por Gildo Insfrán) donde el 3 de junio hubo una Cumbre Indígena con 15 pueblos. Desde su experiencia de vida, Díaz habló sobre
la inexistencia de un gobierno ideal en la historia. En otro tramo de la
charla, apuntó el trato que reciben los indígenas, como si fueran extraños en su propia tierra. También, las consecuencias de un pensamiento que separa
identidades que podrían funcionar de manera colectiva. “Yo creo que esas son cosas
que nos meten en la mente o, hasta muchas veces, nosotros mismos. Jeremías es
un mapuche. Por lo tanto, yo no puedo estar cerca de él, porque así nos
enseñaron: tenemos que ser enemigos para no fortalecer nuestra lucha. (…) Esa
mentalidad de división nos destruyó.”
“Esta iniciativa que ustedes
están dando tienen que cuidarla mucho. Confíen en cada uno de ustedes. Esa
confianza que cada uno puede tener por sí mismo puede generar la confianza en
el otro. Esa confianza mutua es la que puede fortalecer la lucha. Yo siempre
hacía una comparación con el fuego….” Las palabras de Félix continuaron
oyéndose, hasta que se escucharon los aplausos. Su hermano de la tierra volvió
a tomar el micrófono para remarcar algunas cuestiones ya mencionadas. Luego, se
hizo el sorteo de dos cajas familiares que contenían verduras, a partir de los
números optativos que se vendían en la entrada. A lo último, una guitarra inició
la peña, que fue el tramo final del festival nocturno.
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