Desvíos, raíces y extractos


 Este sábado 27 de julio hubo juntada en El Birri. Allí estuvieron las familias de la feria campesina Desvío a la raíz. También estuvo Félix Díaz, referente qom de la comunidad La Primavera. El músico mapuche Jeremías Chauque lo invitó a una charla que abordó las reivindicaciones de los pueblos originarios. Una peña folclórica cerró el encuentro. Aquí, desvíos textuales y extractos de la reunión.





  Verde, querido verde

Ni rastros de la ola polar que se hizo sentir en la última semana. La temperatura es benévola. Son casi las 21. Usted está frente a la puerta de El Birri. Hace un par de pasos, cruza el dintel y lo que encuentra parece desmentir aquello que los carteles anteriores le habían informado. Porque, en este momento, no es la Estación Mitre que avisó un cartel en la vereda. Tampoco es un Centro cultural como figura en la entrada. Parece una modesta verdulería de sábado a la noche. Rodeando la base de una columna, hay tomates, rábanos, lechuga, cebolla de verdeo… En la otra columna, usted divisa hojas de acelga, huevos, naranjas y plantines de frutilla. En cambio, si mira hacia arriba, permanecen los trapecios y las telas de acrobacia. Arriba a la izquierda, un pasacalles ubica mejor: “DESVÍO A LA RAÍZ/ Feria familiar con identidad”. Baja la mirada y advierte con detalle una mesa larga que sostiene los productos que se ofrecen. Sobre un mantel de patitos en fila, hay artesanías con piña de pino, pero también alfajores de maicena, tortas de manzana, pasta frola, miel, mermeladas, dulces, aceitunas, pickles, pan casero.


Frente a esa mesa tentadora, está la agrupación Madre Selva con otra mesa que exhibe libros y folletos de la campaña ¡Paren de Fumigarnos! Ahí hay varios títulos de ocasión para elegir. Uno de tapa negra que enseña la mitad de un rostro parece el adecuado para la charla que habrá más tarde. Lo toma en sus manos, lo abre y lee: “La realidad de las comunidades indígenas desmiente a la publicidad empresaria. Desalojos violentos, desmontes, inundaciones y sequías, intoxicaciones con agroquímicos, pobreza. El costo social, sanitario, ambiental y económico del modelo agrario” (Darío Aranda, Argentina originaria. Genocidios, saqueos y resistencias, Buenos Aires, Lavaca Editora, 2010, p. 5). Además, el autor dice que los pueblos indígenas son pioneros en varias cuestiones. Tenían un dios antes de que la Iglesia católica arribara a estos lares. Tenían formas de gobiernos preexistentes al Virreinato del Río de la Plata. Tenían leyes previas a la Constitución Nacional. También fueron pioneros en conocer la tortura, la matanza y el robo de sus hijos. “Y defienden el territorio y los bienes naturales desde mucho antes que se comenzara a hablar de ecología.”

El periodista continúa afirmando que Argentina exporta naturaleza: “Envía al exterior cultivos industriales, petróleo, minerales, pasta de celulosa. Deja en el país sequías, inundaciones, aguas contaminadas, tierras empobrecidas, drenajes ácidos, extinción de especies, pérdida de soberanía alimentaria”. (Venas todavía sangrantes, acotará alguien por ahí.) El autor remarca que aquella es una continuidad del pasado, pues, en los últimos 150 años, los modelos productivos se valieron de “los ancestrales territorios indígenas”. Pero tampoco es algo tan lejano: “En la década del 90 se creó el entramado jurídico para el avance de esas industrias. Durante los últimos veinte años los sucesivos gobiernos protegieron, incentivaron y promocionan el modelo extractivo, basado en exportar naturaleza. ‘Bienes comunes’ dicen los intelectuales. ‘Recursos no renovables’ llaman los economistas. ‘Nuestra vida’ explican los pueblos ancestrales” (ob. cit., p. 6).

Usted deja el libro, mira hacia atrás y, como de pasada, observa un par de doñas selectivas que huelen achicoria y rúcula. Pero detrás de ellas, a lado de la mesa con patitos, lo ve a Félix Díaz sentado en una silla, cruzado de piernas, con campera verde y zapatillas verdes también. Sutiles combinaciones a tono. Cerca de la medianoche, aquel referente qom empleará una metáfora a partir de un elemento de la naturaleza. Hablará del tizón como un tronco que una vez encendido en su mitad permanece así bastante tiempo. A ese mismo trozo de leña se le agrega pasto, hojas, plástico... “El fuego no excluye nada”, dirá el hombre de pelo entrecano. Al contrario, ese elemento predilecto de Heráclito incorpora, suma, convoca. Ahora, en el fluir de esta escritura, da para pensar que El Birri se parece bastante a ese tizón que reúne varios agentes sociales y funde todo en una misma unidad.


Desvío I

Jorge Bergoglio, alias Papa Francisco, presidió en Brasil la Jornada Mundial de la Juventud. Ese fin de semana los canales de noticias estuvieron calcándole cada palabra y cada movimiento. De repente, el país que hasta hace poco era mostrado como una invitación a la protesta pública se convirtió en un paisaje de paz. Fue un gesto mágico. ¿A qué viene esto? Es que el 24 de junio Díaz fue recibido en el Vaticano. Aquella famosa foto (Pérez Esquivel de por medio) le dio repercusión internacional al tema. Lo curioso es que la imagen terminó siendo usada para varias cosas, menos para el objetivo previsto. Hasta se lo criticó al cacique de La Primavera por acercarse a la máxima autoridad que representa una institución que avaló la conquista americana. Una de esas voces fue Roberto Ñancucheo, que es uno de los referentes de ENOTPO (otro sector que reúne pueblos indígenas). Sin duda, aquel argumento porta una verdad. Considerado desde esa perspectiva, la misma prueba lógica se refleja en el agua del tiempo para indicar que asumir un cargo en el Estado, entonces, es pertenecer a una institución impune que planificó en el siglo XIX la “Campaña del desierto”.

Así que plantear el asunto en esos términos es infructífero (para usar alguna jerga de feria). Quizás haya que considerar otro acontecimiento con menor repercusión. El mismo 24 de junio en Neuquén, la comunidad Newen Mapu tuvo su ceremonia de la vuelta del año. Aranda, un cronista comprometido a largo plazo con el testimonio indígena, narró el ritual desde adentro: “El Wiñoy Xipantu, una de las ceremonias más importantes del Pueblo Mapuche, explicitó una lucha que une a pueblos originarios y organizaciones sociales, y que tiene enfrente al Gobierno nacional, a los provinciales y a corporaciones multinacionales” (No pasarán, MU, año 7, n° 67, p.8). Entre álamos, cerca del río Limay, se ratificó la resistencia de aquellos habitantes para evitar la avanzada de la contaminación petrolera que ya existe en los territorios comunitarios del sur. Acá lejos, lo único que llegó en el mes de julio fueron las ligeras discusiones mediáticas sobre el acuerdo firmado entre YPF y Chevron para explotar en Vaca Muerta hidrocarburos de manera no-convencional, es decir, mediante fractura hidráulica (o fracking).

Es cierto que el conflicto mencionado tiene múltiples aristas y se pueden atender varias posiciones. Lo que resulta difícil evadir es que empiezan a exponerse las limitaciones de los gobiernos progresistas de la región respecto a cuestiones vinculadas con los modos de producción que tiene esta versión del capitalismo. Mientras tanto, hay sectores políticos que, desde la quietud, sólo cuestionan con la boca en busca del poder gubernamental, pero que acaso nada harían si los ubicaran en ese mismo rol. En su mayoría, son las agrupaciones indígenas y asambleas vecinales las que verdaderamente cuestionan con experiencia ese costado del modelo global. (Salvedad: existen concejales, diputados o intendentes que se suman a esas iniciativas, a pesar de las inevitables contradicciones en que los mete la estructura partidaria.) Demandan cambios, consideraciones, derechos básicos. Sucede que el denominado modelo extractivista no sólo avanza contra la “naturaleza”, sino contra el espacio en el que se vive y hasta contra la propia vida.


Producción familiar

La charla del sábado inició a las 22.30. En la sala de teatro del Centro Cultural y Social El Birri, las sillas no alcanzaban a formar un semicírculo. “Qué poca gente”, comentó alguien del público. Y sí, había poca, pero había, y también el encuentro salía por radio, en Internet. Pocos segundos más tarde, Jeremías Chauque, sentado enfrente, abrió el silencio, se refirió a la propuesta, le dio la bienvenida a Félix Díaz y después le pasó el micrófono a su compañera. Alumine explicó brevemente en qué consiste el proyecto: “Muchas gracias a todos por venir. Somos un grupo que armamos una feria con cosas orgánicas. Esta feria la hacemos cada quince días y la única consigna que tiene es ‘sin agrotóxicos’. No se cobra entrada. No se cobra puesto. Así que quedan todos invitados, domingo por medio, a la feria de la raíz, como la llamamos”. La propuesta tiene su página de Facebook. Ahí, se puede obtener más información (productos, precios, imágenes, mapas, etc.)
  
Por otra parte, Alumine, que es una de las productoras, agregó: “La gente del pueblo tiene su propia huerta y la mayoría consume de ahí. Eso es algo muy bueno. Cada familia es su propio productor. Cada familia no compra productos con químicos, sino que la mayoría vive de lo que produce en su casa. Empezamos con esta idea porque cada vez se está notando más esto que está pasando y que, por ahí, mucha gente no se da cuenta. Estamos consumiendo muchos agrotóxicos. Estamos ayudando a la gente que nos hace mal, a que nos sigan matando, a nosotros y a la tierra”. Los aplausos se escucharon como el cierre de lo dicho y como un signo de aprobación del público. Antes, Jeremías había comentado qué implicaba esta práctica desarrollada por fuera de la lógica agro-industrial, que tiene antecedentes locales, como el colectivo Eco femenino La Verdecita.

 “La actividad comenzó con la muestra de nuestra feria campesina que iniciamos hace meses en Desvío Arijón, un pueblito que queda sobre la Ruta 11. Es una feria que nos está permitiendo a muchas familias empezar a reencontrarnos con la sabiduría, con el oficio, con la identidad. Y también nació por la necesidad de empezar a buscar alternativas que nos permitan, de alguna manera, hacerle frente a este problema que invade muchas provincias de este país. Un problema que tiene que ver con esta forma de producción, que no es compatible con los que vivimos en zonas rurales. Pero que tampoco es compatible con el que vive en la ciudad, porque los alimentos que llegan a la ciudad llegan contaminados, llegan envenenados con agrotóxicos.”  


“Entonces, empezamos a juntarnos entre familias del pueblo y consideramos que la mejor forma de frenar esto, que no tiene ningún tipo de control, es justamente desde nuestras manos. Empezamos a hablar de semilla. Empezamos a hablar de la raíz. Empezamos a retomar nuestras huertas, a recuperar nuestros animales. Fue así como esta feria es una realidad y ya tiene varios meses. Cada vez nuestro pueblo se va llenando de huertas. Vamos llenando de huertas el pueblo. Con una fuerza impresionante, decimos que estamos convencidos de que recuperamos nuestro espacio como campesinos, como es mi caso, que tengo en mi sangre la voz y la enseñanza de mis abuelos, porque yo soy de la Patagonia.”

El músico mapuche describió la feria como un espacio que está construyendo presente y futuro: “Estamos mostrando que hay otra forma, que otro tipo de producción es posible. Que una producción ligada a la salud, ligada a la cultura, ligado a la hermandad es posible”. Más tarde, se refirió a cómo las leyes actuales terminan castigando a quienes tratan de defenderse de la contaminación. Luego, miró hacia su derecha y siguió hablando: “Yo tengo el gusto de tener a mi hermano Félix acá con nosotros. Nos conocemos de fogones que están prendidos en muchos lugares. Fogones de dignidad que están prendidos en este territorio. No es casual que esté Félix acá, porque si uno habla de cultura, si habla de raíz, si mete la mano en la tierra, habla de las culturas originarias, que siguen vivas, que siguen resistiendo, que seguimos resistiendo. Por eso, hace unos días, charlábamos y le contaba que me gustaría que venga a mi casa, que venga al pueblo, que comparta lo que estamos construyendo”.

“Yo le decía a Félix que acá no va a haber una cuestión formal. Esto lo fuimos armando en poquitos días, pero con esta necesidad de recibirte, de fortalecer tu corazón, de que sigas caminando y que sigas llevando la voz de tu pueblo qom, que es la misma que mi pueblo del sur: el mismo grito que venimos pegando hace 200 años, amigo. Esto no comenzó hoy. Desde que esto se inició, viene generación tras generación pidiendo lo mismo: respeto a la gente de la tierra. Necesitamos el territorio, porque nosotros no vemos a la tierra como un bien de producción, como una forma de generar guita cueste lo que cueste, sino que tiene que ver con nuestra identidad. Mi piel está hecha de tierra. Mis hijos viven todos los días en un pueblito, en un ambiente rural, porque así lo decidimos con mi compañera. Decidimos dejar la ciudad y priorizar en ellos, que son los que el día de mañana se van a acordar que hoy nos juntamos acá y que hablamos de raíz y que lo festejamos.”


   Desvío II

“La subyugación de la naturaleza producirá como consecuencia la subyugación del hombre, y viceversa, mientras el hombre no comprenda a su propia razón y el proceso fundamental con que él ha creado y mantiene en pie el antagonismo, ese antagonismo que se dispone a aniquilarlo” (Max Horkheimer, Crítica de la razón instrumental, Buenos Aires, Sur, 1973, p.185). La cita parece la profecía apocalíptica de un chamán, aunque la pronunció un sociólogo en la década del 40. De la mano de Adorno, Horkheimer denunció el sometimiento y la cosificación de la naturaleza. Ambos criticaban que la racionalidad de los ilustrados se había pervertido en razón instrumental. La razón se vuelve un instrumento que se constituye para dominar la naturaleza. Luego, ese dominio se traslada a los seres humanos, que forman una unidad con ella. Por lo tanto, ese pensamiento dominador sería naturaleza olvidada de sí. El olvido permite la cosificación.

Los de la Escuela de Francfort cambian el eje del pensamiento de Marx. Otro es el conflicto que dinamiza la historia: se pasa de la lucha de clases a la relación de la humanidad con(tra) la naturaleza. El capitalismo sería una forma del proceso antagónico de dominación que consolidó la burguesía en la sociedad occidental. La modernidad europea fue la que dejó a un lado los mitos religiosos, entronizó la razón y creyó en la fe del progreso infinito. La ciencia, a través de su método, oficializó un único saber válido: el conocimiento científico. Este posibilitó descubrir el mundo como nunca antes y generar verdades útiles. Saberes aplicados para resolver problemas. Adaptar el entorno a las necesidades sociales. Así se pudo conocer mejor los elementos (fuego, aire, agua, tierra) hasta lograr un apropiado uso de ellos. En su Discurso del método, Descartes sugería el beneficio iluminador: “convertirnos en dueños y poseedores de la naturaleza”.

Ese proceso de conocer las fuerzas naturales, manipularlas y no temerles, condujo a la instrumentalización, al dominio técnico del mundo. “El principio de dominio es el ídolo al que se sacrifica todo”, anotó Horkheimer allá lejos y hace tiempo. Esta advertencia iba contra la sociedad industrial de esa época que, a través de la técnica, convertía los medios en fines. Para este autor, la tarea (esencial) de la razón es hallar medios para lograr objetivos que cada caso propone. La razón subjetiva es la que adecua los medios al fin. La meta termina siendo racional en un sentido subjetivo. O sea, es razonable aquello que resulta útil para un sujeto. Asimismo, la medida de valor es la eficacia, en detrimento de otros valores. Esto es opuesto a la actitud de comprender el para qué. En cambio, para escapar de esa lógica, la razón objetiva sería la que, uniendo saber y ética, busca lo razonable para la comunidad.

En aquel ensayo que reúne varios textos, Horkheimer daba un ejemplo de la “indiferencia moderna”. Describía una variante de esa actitud pragmática. Ahí donde el primitivo cazador de nutrias norteamericano veía en llanuras y montañas “la perspectiva de una buena caza”, el empresario ve una oportunidad para poner un cartel publicitario que promocionará cigarrillos. El ejemplo resulta casi inofensivo, debido a que la tecnología avanzó a niveles insospechados. De todos modos, la actitud fundamental parece bastante intacta: percibir a la naturaleza como una mercancía. Por ejemplo, un campo se concibe como espacio para sembrar algo que será ganancia. Será una cosa en la que se puede invertir. Por consiguiente, se recurre a las herramientas útiles y eficaces para cumplir con ese objetivo. Las personas pueden verse como obstáculos para la aplicación de la técnica elegida. Esto es "razonable", aunque una pregunta inquieta. ¿Contaminar a la gente no es otra forma de la barbarie?


Charla sin fogón

La charla sin fogón continuó con la voz pausada y parsimoniosa de Félix Díaz. “Muy buenas noches. Gracias a cada uno de ustedes por permitirme compartir este espacio. Qué interesante el cambio cuando uno produce esa necesidad de salir adelante. Yo creo que es la misma naturaleza la que nos imprime esa fuerza para poder retomar lo que es la naturalidad de cada cosa. Los seres humanos hemos sido parte de la manipulación que se hace hoy por querer acumular y no importa la vida. Con tal de acumular dinero, acumular recursos, se ignora el padecimiento de tanta gente que puede desarrollar su capacidad. Creo que la ciencia es muy buena, pero también es muy negativa en algunas cosas. Ha producido muchas cosas desagradables contra los pueblos originarios, que somos los más afectados cuando tratamos de recuperar esa naturalidad.”

“Estaba escuchando a los hermanos, compañeros que tratan de salir adelante con su propio esfuerzo. Nosotros siempre decíamos, como pueblo originario, que la riqueza está en la planta de los pies. Muchas veces creemos que las oportunidades están en Capital Federal o en las ciudades grandes. Por eso emigramos, buscando ese espacio, por una oportunidad, trabajando para las empresas industriales, fábricas que muchas veces explotan y se aprovechan de la gente que quiere estar bien. En todos estos casos que venimos reclamando por la defensa de la tierra, hemos encontrado muchísimas dificultades que han producido muchas muertes. Todo el tiempo, los pueblos indígenas asumimos la responsabilidad de poder convertirnos en pequeños productores y nos atacaron con diferentes métodos, hasta que llegó el momento en que esa autonomía ya estaba en otras manos.”

El referente qom de La Primavera contó las dificultades de algunos productores para poder mantener sus costumbres y para que los integren en una política estatal amplia. Además, narró parte del camino que emprendieron las organizaciones campesinas y que en 2008, luego del conflicto con las patronales agrarias, se concretó en la Subsecretaria de Agricultura Familiar, dependiente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca. “Ahora está esta subsecretaría, pero sigue ignorando la problemática de los pequeños productores, porque dentro de esa política se debería trabajar para garantizar la ocupación territorial de los pequeños productores, y también un proyecto de micro-emprendimiento para facilitar la accesibilidad de recursos, y también la ubicación de los productos en el mercado.”

“Entonces, yo creo que la lucha que estamos emprendiendo tiene que ver con la lucha por administrar lo nuestro, dirigir nuestras organizaciones, fortalecer nuestra autonomía. La autonomía no quiere decir separarse del Estado, sino que es permitir que cada sector conforme su propia organización a través de sus pautas culturales. Nosotros hemos encontrado esa posibilidad de poder generar una oportunidad para que los pueblos indígenas formen sus propias organizaciones y que tengamos que administrar nuestros recursos naturales para que así nuestras familias tengan sus tierras garantizadas con el respaldo jurídico como corresponde.”

“Así que esta es una lucha que requiere mucha convicción de cada sector. Porque ninguno de los gobiernos va a venir a fortalecerla. Los gobiernos están para dividir, para comprar, para cooptar nuestras fuerzas. Y yo siempre decía que los pueblos indígenas no somos producto, no somos comercio, no somos material descartable. Somos seres humanos, pero lastimosamente nuestra dignidad como personas ha sido manipulada por los Estados. Y esa forma de los gobiernos ha podido manipular enormemente a los pueblos indígenas. A través de esa manipulación, se han perdido muchísimas hectáreas de tierras, que antes daban esa autonomía. Los pueblos indígenas trabajaban en grupos porque su propia naturalidad es trabajar incondicionalmente, colaborando entre hombres y mujeres.”

“Cuando se cosechaba algodón, el que tenía algodón le enviaba a sus hermanos, a sus amigos, a los que nunca tuvieron terreno. Ellos no reparaban en los costos de la cosecha. Cuando una familia cargaba cuatro bolsas de ese algodón, entonces dos bolsas eran para el dueño de la chacra y dos bolsas para el cosechero. En ese momento, no había patrón y el producto era el sacrificio que daba el pequeño productor indígena. Venía su hermano que no tenía nada y compartía el cincuenta por ciento. No pensaba ‘yo estoy regalando’, porque esa era la forma de poder ayudar a otro que no había podido tener su algodón. Esa cuestión comunitaria también se rompió, porque los gobiernos decían ‘vos tenés que saber con quién poder dar, a este sí, a este no’. Esa división nos genera esta democracia que dice que nos dio la libertad. Sin embargo, es la que cooptó nuestra vida, nos empobreció y nos sigue asfixiando.”


Más palabras al fuego

Más adelante, Félix Díaz mencionó que la impotencia causada por aquella situación lleva a emigrar hacia los barrios periféricos de la urbe. “Muchos de nuestros hermanos que son del interior emigraron a las ciudades, a las zonas urbanas. Me tocó la posibilidad de estar recorriendo los barrios de mis hermanos indígenas en Rosario, en Reconquista y ahora acá en Santa Fe. Este territorio santafesino es territorio de los hermanos mocoví. Los qom tenían sus territorios en la zona norte: Chaco, Formosa y Salta. Los hermanos mapuches, en el sur. Los diaguitas, en Tucumán. Los collas, en Jujuy y Salta. Hay lugares donde los pueblos indígenas tenían sus propios territorios. Pero ahora los hermanos qom, que son de mi pueblo, a mí me sorprende muchísimo la cantidad de hermanos que están en Rosario.”

“Es un barrio enorme, pero la pobreza que tiene es indescriptible. Y uno trata de pensar de volver a su territorio, pero su territorio ya está en manos de otra persona. Ellos creyeron que emigrando iban a tener más posibilidades para que sus hijos se pudieran formar, pudieran educarse, y pierden ese posible futuro de poder mejorar esa calidad de vida. Para nosotros que mantenernos la postura de vivir en nuestro territorio, la dificultad es enorme y la inhumanidad que nos tocó vivir es terrible. Porque cuando nos paramos como pueblo indígena, el gobierno [provincial] nos niega el agua, nos niega la salud, nos niega la educación, nos niegan hasta los D.N.I, pero seguimos siendo indígenas.”

“Esa lucha que hemos iniciado no es una lucha con aspiraciones a un cargo público o para ser candidatos en las elecciones. Lo que estamos defendiendo es la tierra, porque esa es la que nos genera el bienestar. Una familia sin tierra no tiene futuro. ¿Cómo podés garantizar el futuro de tus hijos si no tenés un pedazo de terreno? Por eso, se usa lo que es el tema de la usurpación, una figura jurídica que condena a aquel que tiene derecho de ocupar su territorio. (…) Siempre digo en todas las charlas que he dado: nosotros tenemos diversidades de cultura, porque venimos de diferentes orígenes. No somos iguales, pero lo que unifica es este país que se llama Argentina. Nos consideramos argentinos.”

Luego, el cacique aludió a las divisiones que hubo en el Movimiento Campesino Formoseño. Comentó la situación conflictiva que viven en su provincia (gobernada por Gildo Insfrán) donde el 3 de junio hubo una Cumbre Indígena con 15 pueblos. Desde su experiencia de vida, Díaz habló sobre la inexistencia de un gobierno ideal en la historia. En otro tramo de la charla, apuntó el trato que reciben los indígenas, como si fueran extraños en su propia tierra. También, las consecuencias de un pensamiento que separa identidades que podrían funcionar de manera colectiva. “Yo creo que esas son cosas que nos meten en la mente o, hasta muchas veces, nosotros mismos. Jeremías es un mapuche. Por lo tanto, yo no puedo estar cerca de él, porque así nos enseñaron: tenemos que ser enemigos para no fortalecer nuestra lucha. (…) Esa mentalidad de división nos destruyó.”

“Esta iniciativa que ustedes están dando tienen que cuidarla mucho. Confíen en cada uno de ustedes. Esa confianza que cada uno puede tener por sí mismo puede generar la confianza en el otro. Esa confianza mutua es la que puede fortalecer la lucha. Yo siempre hacía una comparación con el fuego….” Las palabras de Félix continuaron oyéndose, hasta que se escucharon los aplausos. Su hermano de la tierra volvió a tomar el micrófono para remarcar algunas cuestiones ya mencionadas. Luego, se hizo el sorteo de dos cajas familiares que contenían verduras, a partir de los números optativos que se vendían en la entrada. A lo último, una guitarra inició la peña, que fue el tramo final del festival nocturno.  


 
Información que acerca el folleto de la Campaña ¡Paren de fumigarnos! 

Comentarios