Este viernes 24, con entrada libre y gratuita, se proyectó en ATE Casa España “La educación prohibida”. El film discurre sobre la manera estandarizada de enseñar en las escuelas. En vistas a un cambio de paradigma escolar, se traen a cuenta los métodos no convencionales de aprendizaje para romper con los esquemas legitimados. Fue estrenada el 13 de agosto en varios países. El proyecto audiovisual se puede ver en línea por Internet.
I
“Que hablen mal de uno es espantoso. Pero hay algo peor: que no hablen.” La frase se la atribuye el astuto Oscar (de) Wilde, pero podría estar escrita en cualquier manual de propaganda. Referirse a La educación prohibida es entrar al juego de comentar el mensaje para que llegue aun hasta las personas poco interesadas por el tema. A este cronista le importa menos sumarse a ese efecto comunicativo que adjuntar apuntes a la difusión mediática del film. Producto, éste, que su joven director, Germán Doin Campos, rotuló como “documental y argumental”. Entidades privadas son las que organizan y promueven las proyecciones. El viernes fue Ginés del Castillo, el director de Escuela de la Nueva Cultura La Cecilia, quien explicó el debate que pretende la película. Además, remarcó el optimismo del film, no como utopía, sino como posibilidades que se vienen poniendo en práctica hace décadas.
El nombre del film alude a una coerción interna en el modo de aprender la realidad. Por lo demás, como lo remarcó el presentador, ese tipo de educación no se encuentra prohibida. En este sentido, el título del largometraje puede confundirse con una hipérbole. El detalle importa, sobre todo si se advierte que lo “prohibido” es próximo a lo “censurado” (situación que sí sufren los protagonistas ficticios de la historia). De hecho, lo que muestra la película es el comentario de otras experiencias educativas en curso y la crítica a una determinada institucionalidad del saber. De todos modos, una exageración retórica afecta las representaciones de la trama. Esta comienza trazando una forzada analogía implícita entre el mito del libro VII de La República de Platón y la educación moderna vigente en la sociedad. Asimismo, el objeto problemático se plantea con una historia sin Historia y una geografía sin Geografía. El contraste se nota al ver las representaciones otras producciones locales como Pública y gratuita o Escuelas argentinas, cuyos capítulos se encuentran disponibles en el sitio web de canal estatal Encuentro.
Por otra parte, las actuaciones de la ficción narrativa que atraviesa el film son demasiado estereotipadas. En dicha historia, el personaje de Gastón Pauls no llega a convertirse en un profesor como el que interpreta Robin Williams en La sociedad de los poetas muertos y, por suerte, ningún alumno termina como Perry. Ahora bien, lo curioso es que la historia de rebeldía estudiantil cita con un guiño la undécima de las Tesis sobre Feuerbach, de Marx. Pero luego no se aprovecha una mención a la desigual distribución del saber en la sociedad capitalista ni lo que significa la escuela para los diferentes estratos sociales. El film recurre a una simplificación para dividir lo agradable y lo desagradable, la libertad y la esclavitud, el paraíso y el infierno. (Algún espectador más aguzado podrá acotar que, valiéndose de una crisis presente, el film camina la frontera entre una propuesta educativa y una oferta de servicio.)
La exposición del largometraje de “704 coproductores” se centra en la educación infantil. El cuestionamiento más fuerte es que la escuela disciplina subjetividades, que las reduce a una normalidad provechosa para el sistema, que amolda al individuo a una estructura, que fuerza a las personas a encajar en un mismo molde. Así pues, se cuestionan los exámenes, las calificaciones, las clasificaciones, las maneras de enseñar, las limitaciones y exigencias de un programa de estudio, la falta de compresión hacia la persona concreta, las exigencias sociales, el respeto de la capacidad y de los propios intereses. La mayoría de los elementos de esta enumeración son mecanismos de poder de la sociedad disciplinaria a los que Foucault les dedicó un espacio en La verdad y las formas jurídicas y Vigilar y castigar. Otro libro clásico es La reproducción, de Passeron y Bourdieu. Otras ventanas teóricas son los Cuadernos de la cárcel, de Gramsci, y Pedagogía del oprimido, de Paulo Freire.
II
¿Qué le daría a la película mayor solidez en el contenido de su argumentación?: las voces de los estudiantes y la defensa de los ausentes. Los docentes “oficiales” se muestran muy caricaturizados. ¿Dónde están los ejemplos de niños incontrolables en el aula tradicional o los casos de violencia hacia las profesoras? Aún así es imposible no identificarse con la mayoría de los cuestionamientos. (Hay alguna concesión: se grafica que el educador es parte de una pirámide a la que también debe rendirle cuentas.) Para captar el efecto de la caricatura pero desde otra perspectiva, puede hacerse el mismo ejercicio. Imagine el lector esta escena: Peter Capusotto se pone a interpretar a un maestro new age que da clases al aire libre con una flor en una mano, una guitarra en la otra, enunciando un discurso de paz, amor y libertad entre infantes sentados en ronda sobre el césped de un establecimiento suburbano.
El documental es redundante. El mismo contenido con diferente forma. Distinta forma con el mismo contenido. Una forma variante con un contenido similar. ¿Qué lo hace atrayente? La creatividad que acompaña la palabra de los entrevistados. El ritmo que le dan los diferentes recursos audiovisuales. De hecho, el montaje se compone de un guión con voz en off, citas, actuaciones breves, imágenes de archivo, animaciones, dibujos, bocetos, emulación de video juegos, stop motion, estética publicitaria, entrevistas. Las variadas voces hispano parlantes le dan ese cambio de musicalidad a la palabra. Tal vez, al film le falten silencios, respiros, pausas. En cada oportunidad, una música o un efecto de sonido llega a tiempo para quitarle ese segundo de reposo. (Internet permite ese corte que el cine no otorga.) Después de la hora transcurrida, cansa la reiteración de recursos, la sobrecarga de elementos y el acelerado ritmo constante que tiene el largometraje.
Tal como habrá advertido quien que llegó hasta acá leyendo de un tirón, esta reseña examina a grandes rasgos el film y sus características formales. No discute los pro y los contra, la viabilidad o inviabilidad de todas las posturas que exponen los entrevistados, menos aún sus consecuencias sociales al aplicarlo a gran escala. Este segundo tratamiento ameritaría más espacio, más recursos, más tiempo, otro autor. Por lo pronto, desde el día de su estreno, el film (con su impecable edición, con su rebote en Internet, con su proyecto adjunto Reevo al estilo de Educatina) genera aplausos en salas, críticas furiosas, decepciones, miedos, cavilaciones conspirativas, anhelos de cambio, preguntas abiertas. Lo cierto es que La educación prohibida es una película que sacude al espectador.
Aparte de interpelar a educadores con educadores y de lograr la identificación de los más jóvenes, también alcanza a entusiasmar a quienes están interesados por el saber. El saber como aprendizaje, el saber como descubrimiento, el saber como compresión, el saber como práctica de las equivocaciones, el saber como creatividad individual, el saber como principio cuestionador del saber. Ese aspecto es innegable. El film propicia el ejercicio de la autocrítica y la revisión de lo que la psicóloga social Ana Quiroga denomina matriz de aprendizaje. Este concepto remite a la estructura en la que cada quien fue educado, o sea, se vincula al modelo interno de aprendizaje de cada persona, a la forma incorporada de “aprender a aprender” el conocimiento y de darle significado a la experiencia vital.
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