Mediaciones contra la desinformación


 ¿Cuáles son los antecedentes de las “fake news”? ¿Qué aspectos de Internet le preocupaban a Umberto Eco? ¿Cuáles son las formas actuales de mediación que surgen en la web para contrarrestar las desinformaciones? ¿Qué rol pueden cumplir las bibliotecas en este contexto? Algunos planteos de este ensayo que va desde los canards y El Gacetillero Acorazado hasta las variantes actuales de la prensa digital.




 Noticias de ayer

 Hace unos meses, el historiador Robert Darnton publicó en The New York Review un artículo sobre los antecedentes de las noticias falsas como género. Allí reseña casos de la historia de la desinformación para recordar que la cruza entre los acontecimientos reales y las verdades alternativas tiene una genealogía frondosa. Por lo tanto, nos recuerda (ya casi con una mano en el hombro) que los mensajes engañosos pueden encontrarse en varios períodos de la historia. Darnton comenta algunos ejemplos anteriores a los periódicos. Uno curioso son los canards, que se vendían en las calles de París durante las primeras décadas del siglo XVII. Eran noticias deliberadamente falsas, impresas en hojas sueltas, que se repartían como volantes, a veces con un grabado para atraer a los compradores.

 Hacia fines del siglo XVI, había aumentado en Europa la demanda por conocer más sobre asuntos comerciales y políticos. Las publicaciones noticiosas todavía no eran periódicas ni existía la “actualidad” como concepto. Antes de las gacetas o los mercurios, circulaban ocasionales hojas informativas. Las relaciones eran impresos que se parecían a los libros, pero reunían noticias redactadas con estilo epistolar. Jaume Guillamet (2004) explica que el canard es una variante de ese género, que exagera al tratar sucesos como inundaciones, terremotos, pestes, adulterios, crímenes y fenómenos sobrenaturales para la época. Esa denominación francesa se aplicó a las noticias falsas y a los engaños; también se extendió a los relatos poco fidedignos de los hechos. Jean-Pierre Seguín precisó que las primeras hojas de este género embaucador, publicadas en Francia, son de 1529.

 Durante el siglo XVII, las hojas informativas se convierten en gacetas semanales que publican avisos sobre asuntos de gobierno, noticias traducidas de otros impresos, datos de cartas de los viajeros que hacían de corresponsales. Una sola persona elaboraba estos periódicos breves: seleccionaba, componía, imprimía. Este era un trabajo artesanal que se adaptaba para un público (comerciantes, banqueros, manufactureros). El primero en Francia es La Gazette (1631) de Théophraste Renaudot. En España, la primera mujer que se dedica a este oficio es Francisca de Aculodi, que editó durante dos años, con frecuencia quincenal, Noticias principales y verdaderas (1683). Por otro lado, las hojas irregulares como los libelos (textos difamatorios) y los canards (relatos extraordinarios) siguieron publicándose hasta el siglo XIX, cuando, según Guillamet, articularon con las formas renovadas de la prensa política (crítica) y de la prensa popular (sensacionalista).

 Darnton también menciona un libelo de la literatura clandestina que fue un éxito de ventas: Le Gazetier Cuirassé (1771). El gacetillero acorazado, Charles Théveneau de Morande, lo había escrito en Londres. Esta obra ingresó de contrabando a Francia, donde lo reimprimieron y lo piratearon en varias ediciones. Su portada anunciaba el programa del contenido: agasajaría con anécdotas escandalosas y arremetería contra los poderosos en tiempos de Luis XV. No menos intrigante es el prefacio. Allí el autor advierte que las noticias que presenta como verdaderas, en realidad, sólo son probables y que otras son falsas por completo. Táctica mediante, Théveneau no se preocupó por separarlas. Así el gacetillero le reserva un rol activo a los lectores, quienes tenían que considerarse capaces de hurgar entre chismes y rumores para detectar los fragmentos verdaderos. Era una propuesta lúdica.

 El libro presenta un pacto sobre cómo tiene que leerse. La estructura de este famoso libelo, precisa Darnton (2014), consiste en secciones de noticias con párrafos breves, como si fueran flashes informativos del periodismo sensacionalista o líneas de boletines radiofónicos. Esta obra escandalosa carece de una narrativa que articule las anécdotas. El único tema que las conecta es la noción generalizada de “podredumbre moral” que se percibía de los sectores más altos de la sociedad francesa. Eran noticias que escandalizaban, entretenían o excitaban a un determinado público. En libelos como Le Gazetier Cuirassé se mezclaban los hechos y las invenciones. Otra particularidad es que algunos fragmentos tenían notas al pie. Una de esas acotaciones explicita que sólo la mitad de la noticia que se leyó es verdadera. En esa oscilación, el lector tiene que decidir.

 Notas aclarativas como las de Le Gazetier Cuirassé serían interesantes en la prensa local, que ni siquiera explicita cuáles son los intereses políticos y económicos que representa. Aquellas también se acercan a una ocurrencia irónica de Martín Caparrós al proponer la Ley del 28 de Diciembre. Esta norma obligaría a que, en la agenda, los medios periodísticos incluyeran una noticia falsa. Por consiguiente, el público tendría que ejercer una constante lectura alerta, abandonaría la inocencia de la recepción confiada para detectar entre líneas el detalle que revele la invención. Pero el artículo de Darnton fue motivado por un contexto internacional, la presidencia de Donald Trump y el término post-truth (posverdad), elegido como palabra del año en 2016 por el Diccionario de Oxford.


 El último eco

 Umberto Eco practicó un periodismo que se relaciona con las formas ensayísticas iniciadas en los periódicos ingleses como The Spectador (1711). Su último libro es un ejemplo; se trata de una edición póstuma con textos que fue publicando en la prensa desde el inicio de este milenio hasta 2015. De la estupidez a la locura es una selección de artículos en los que trata temas actuales sobre política, medios, cultura. En los apartados del libro, Eco (¿uno de los últimos humanistas enciclopédicos?) se muestra como alguien crítico que pretende mantenerse razonable en un mundo cambiante, donde aparecen hábitos sociales que rozan lo extraño, sobre todo los comportamientos ligados a los dispositivos portátiles y al uso de Internet como un gran medio de información.

 Resulta interesante cómo, en esos textos, van apareciendo los cambios que hubo en la web: el uso masivo de plataformas de microblogging como Twitter, la consolidación de Wikipedia como obra de consulta, la sobreabundancia de noticias como relatos del presente constante, la aparición de sitios que funcionan como filtros. Creo que es posible entrever el avance de esa trama en la escritura fragmentaria de Eco. Durante estos quince años, la web tuvo un desarrollo vertiginoso y todavía se expande, renovando rapidísimo su aspecto metamórfico. Por lo tanto, olvidemos la división en artículos y consideremos la unidad del libro. Luego, reordenemos las piezas por cronología y leamos algunos fragmentos. No los temas centrales, sino los detalles que permiten inferir ese avance de la web, aún sabiendo que el escritor no era una subjetividad omnisciente, pero sí alguien que relataba la actualidad. Más aún: era alguien que comentaba sus experiencias de navegación.

 En un artículo del 2000, Eco escribía que un diario dedicado sólo a publicar noticias falsas no merecería que alguien lo comprara (salvo por diversión). Tampoco se pagaría por un horario de tren que indicara un destino distinto al que en verdad llegará. Aquí, tenemos una cita clave: “Los periódicos y los horarios de trenes suscriben con los usuarios un pacto de veracidad, que no puede ser violado salvo que se disuelva todo contrato social. ¿Qué sucederá si el instrumento principal de la comunicación del nuevo milenio no es capaz de establecer y hacer observar este pacto?”. En 2004, el semiólogo agrega a sus observaciones que internet ofrece “un repertorio extraordinario de información pero no los filtros para seleccionarla” y que educar también consiste en enseñar los criterios adecuados de selección.

 Hacia 2006, Eco señala que el caso Wikipedia y sus posibles errores es poco preocupante si se considera otro de los problemas cruciales de la web: “Junto a sitios absolutamente dignos de confianza y elaborados por personas competentes, existen sitios de lo más postizos, obra de incompetentes, desequilibrados o incluso de criminales nazis, y no todos los usuarios de la red son capaces de distinguir si un sitio es fidedigno o no”. También opina que este asunto tiene “una repercusión educativa dramática”, puesto que la consulta por internet elude la previa lectura de libros de texto y de enciclopedias. En este sentido, recuerda: “desde hace tiempo sostengo que la nueva y fundamental asignatura que habría que enseñar en el colegio debería ser una técnica de selección de las noticias de la red”. Según él, esta sería una materia difícil de enseñar, porque profesores y estudiantes comparten su condición de indefensos ante estas circunstancias que plantea Internet.

 En otro pasaje, el escritor italiano sugiere una consigna que aprovecha los defectos de la red para aprender: “Encontrar sobre el argumento X una serie de elaboraciones completamente infundadas que estén a disposición en internet, y explicar por qué son infundadas”. Esta investigación necesita actitud crítica y habilidad para comparar fuentes: “ejercitaría a los estudiantes en el arte del discernimiento”. En 2007, reafirma que, al usuario, “internet le dice casi todo, salvo cómo buscar, filtrar, seleccionar, aceptar o rechazar todas esas informaciones”. Pero varios años después, en 2013, ya recomienda una entrada del blog Piazza Digitale para “los educadores que quieran enseñar a los jóvenes cómo desconfiar de lo virtual”. Allí se mencionan "distintos servicios antidisparate que están disponibles online (advierto que por fortuna internet proporciona, junto a las falsedades, los medios para desenmascararlas, basta con saber navegar bien)”. Son herramientas de fact checking (verificación de hechos o de datos) y programas que examinan imágenes para detectar manipulaciones.

 En 2015, Eco da su última idea: pregunta cómo filtrar contenidos sobre temas que superan nuestras competencias para poder discernir entre lo correcto y lo incorrecto en tal o cual materia. Propone una solución para los periódicos, que también son “víctimas de la red”, la cual, además de nutrirlos con falsedades, les lleva dos días de ventaja sobre lo publicado. Entonces, sugiere que los impresos deberían dedicar dos páginas por día para el análisis de sitios web. Estas reseñas le indicarían al lector los espacios virtuosos y los que contienen engaños o imprecisiones. Para Eco, este sería un buen servicio y quizás un motivo para que los usuarios, que han empezado a prescindir de los periódicos, vuelvan a leerlos. La tarea costaría bastante porque requiere de un equipo de analistas, pero “sería culturalmente preciosa, y marcaría el principio de una nueva función de la prensa”.

 Tal vez, esta idea sea menos práctica de lo que parece, pero se entiende mejor si consideramos que el último Eco aún veía al periódico como una variante alfabetizadora del libro. En estos artículos, reaparece su interés por las mediaciones, como en el ensayo Para una guerrilla semiológica (1967). Visto así, en algunos escritos, busca vislumbrar cuáles son las formas posibles en este contexto. Piensa los recursos críticos como filtros entre lo verdadero y lo falso más que como estrategias de discusión para interpretaciones alternativas. La cuestión ahora es ¿cómo hallar lo verdadero en un enjambre de información disponible?, ¿cómo conservar la fiabilidad en los medios?, ¿cómo guiarse y prevenirse en este entorno para no sucumbir ante la desinformación? Esta tarea pedagógica de consumo crítico es más complicada que la que el semiólogo erudito propuso en otro mundo.


 Los verificadores 

 El 11 de abril, La Jornada (México) empezó a implementar el recurso #Verificador. Su objetivo es promover el consumo de información fidedigna. En efecto, esta herramienta sirve para confirmar desde Twitter la veracidad de una noticia que tiene a ese periódico como fuente. El procedimiento es sencillo: se escribe el dato a corroborar; luego, se agrega #VerificaJornada y se menciona la cuenta oficial del medio. Si se encuentra el contenido solicitado, la respuesta es un mensaje con el enlace correspondiente a la nota. En caso contrario, aparece un aviso: “No Verificado por la fuente señalada”. De ese modo, alguien puede chequear rápido la correspondencia con el medio de información y acceder al contenido completo de la noticia para no quedarse con el dato de un título.


 Por otra parte, también en abril, The Independent (Inglaterra) empezó con sus escasas publicaciones de "In Fact". El diario tiene un equipo con 5 personas que se dedicarán a comentar desinformaciones. Estas notas se publican en el sitio del periódico y se difunden en las cuentas específicas de las redes sociales. Asimismo, el Gran Mediador, Google, ya etiqueta en su sección de noticias y en los resultados de búsqueda las informaciones verificadas por terceros que facilitan la tarea para discernir entre contenidos verdaderos, dudosos y falsos. Este servicio no incluye a todas las noticias, sino que sólo se etiquetan las que fueron contrastadas por sitios especializados en verificación de hechos o por equipos periodísticos como el del diario The Washington Post

 En español, surgen otras iniciativas interesantes. Por ejemplo, en enero apareció La Buloteca. Este es un proyecto unipersonal del ingeniero informático David Fernández que pretende evitar la propagación de engaños y noticias falsas en las redes sociales. La idea del servicio es luchar contra el desconocimiento o la intencionalidad de esas difusiones. Entonces, el sitio tiene un formulario de reportes: recibe enlaces con una descripción. Estos reportes se revisan manualmente para garantizar que proceden de fuentes fidedignas. Luego, se publican las conclusiones y los engaños confirmados pasan a formar parte del archivo. El sitio también incluye una sección para los reportes rechazados con la breve justificación del caso. Además, La Buloteca tiene su extensión para Google Chrome. Así que el usuario puede enviar, mientras navega, noticias sospechosas para que sean analizadas. 

 Estos recursos se suman a otros más dinámicos que funcionan en la red como, por ejemplo, CazaHoax. Esta es una comunidad hispana que, desde 2014, se especializa en listar y analizar informaciones que se comparten de forma masiva por Internet, incluidos los tópicos referidos a conspiraciones, leyendas urbanas, estafas. Los artículos publicados se revisan contrastando fuentes o documentos para luego asignarles una valoración. Las categorías que usan para indicar el grado de veracidad del contenido son: falso, cierto, mezcla, sin pruebas. Además de leer las críticas, el usuario tiene tres modos de participación en esta comunidad: 1) copiar la URL de la página web engañosa en el sistema de alertas; 2) compartir los artículos explicativos en las redes sociales; 3) unirse al equipo de redacción, que recibe como pago un porcentaje de los ingresos por publicidad. 

 En Argentina, existe Chequeado. Desde 2010, el sitio verifica el discurso público de políticos, funcionarios, empresarios, líderes de opinión y algunos medios. A partir de 2014, su equipo inició una sección dedicada a examinar rumores originados en las redes y en los aparatos de propaganda que operan contra adversarios políticos. En febrero, su directora ejecutiva, Laura Zommer, explicó que, debido a una controversia que terminó dándole el sentido contrario a un artículo publicado, la sección cambió de nombre para evitar ambigüedades. El título pasó del avizor #SeDiceEnLasRedes al categórico #FalsoEnLasRedes. Los temas elegidos para analizar deben tener, por lo menos, una de estas características: 1) frases, ideas, imágenes con afirmaciones que se compartieron varias veces y que pueden contrastarse con datos o hechos; 2) publicaciones de sitios sin información sobre sus autores (o dueños) que aseveran hechos sin mencionar las fuentes. 

  La circunstancia mencionada antes inquieta: un sitio de fact checking decide reformular el nombre de una sección porque el contenido de una de sus notas fue utilizado (por ligereza o por aprovechamiento) para sostener en las redes lo contrario de las afirmaciones que su análisis concluía. Chequeado tuvo que ajustar su precisión de trabajo para evitar que se lo desvirtúe como referencia de autoridad. Este caso es un ejemplo sobre cómo (aún) se encuentra la situación informativa y el ambiente que se vive, sobre todo en asuntos políticos. Moraleja: se puede operar igual porque, con frecuencia, las personas ni siquiera leen los artículos completos que se publican. Por lo tanto, cada vez hay que ser más explícito, más contundente, más tajante, más directo, más sintético, más gráfico.


 Brújulas del ciberespacio

 El monitoreo sobre las redes se repite en varios países. Las plataformas sociales son los espacios del entorno virtual donde las personas más suelen consumir noticias (entreveradas con otra clase de contenidos). Por lo tanto, los verificadores aparecen ahí para alertar con datos y argumentos referidos a los asuntos públicos, con el objetivo de contribuir al derecho de acceder a una información veraz. También las empresas de comunicación como Facebook están implementando decisiones contra las (ahora) "fake news", entre otros motivos porque estas descendientes de los canards les sirven a sus creadores para obtener dinero por publicidad, según la cantidad de visitas. Hoy no se venden en las calles: persuaden en los rincones de esta otra ciudad. 

 El 20 de abril, Joshua Gillin, de Politifact (sitio de referencia creado en 2007), publicó la reseña de una lista con datos sobre 156 sitios web que suelen publicar historias actuales ficticias o falsas, aunque tienen diferentes características. El propósito de este registro (elaborado en conjunto con Facebook) es ayudar a los usuarios para que estén atentos sobre cómo trabajan estas fuentes a las que suelen suscribirse mediante la sindicación de contenidos. Según las particularidades de los sitios, la lista los agrupa por categorías: parodias (sátiras a partir de hechos actuales), impostores (camuflaje de un medio tradicional), portales desinformativos (difusores de noticias falsas), sitios con algunas noticias falsas (mentiras replicadas por falta de chequeo o publicadas por otros motivos). Esa planilla provisoria puede descargarse en formato CSV. 

 Hace más de una década, ¿The New York Times hubiera estado en una lista como esta por las notas de Jayson Blair? Las preguntas parecidas sobre los casos locales son obvias. Lo cierto es que los medios periodísticos también tienen memoria selectiva. Así, en el marco de la última entrega de los Oscars, aquel periódico pudo tirarle una piedra audiovisual al mentiroso Trump. Por otra parte, uno de los sitios recopilados en la lista de Poilitifact remite a ese género que practicó Le Gazetier Cuirassé y a sus notas aclarativas. Las noticias del satírico Politicono.com (2013) les ofrecen a sus lectores la opción de “show facts” para descubrir cuáles son los aspectos verdaderos del texto. Cuando se presiona ese botón, el primer párrafo resaltado en color se distingue del resto del artículo, que sólo contiene invenciones. Es otra forma de establecer un pacto explícito con el público. 

Desinformación, Mediaciones, Sobre el margen
 En estos tiempos híper-informativos, otra expresión emergente de 2009 es content curation. Detrás de ese nombre artístico, se encuentran las técnicas que bibliotecarios y periodistas han practicado durante siglos para buscar, seleccionar, valorar y difundir. Pero a alguien que ejerce ese rol ahora se le dice content curator, que se traduce como “curador de contenidos”, que puede traducirse como “especialista con el conocimiento suficiente para sumarle valor a los contenidos que distribuye”. El plus que aporta esta persona se basa en glosas, síntesis, resúmenes, titulares, que acompañan los materiales compartidos de terceros. Podría decirse que la novedad (la actualización del pasado) reside en las herramientas que se usan para cada etapa de este oficio (propio de documentalistas). Por supuesto, influye la necesidad de tener filtros confiables que nos orienten en esta inmensa red. 

 Este es un aspecto que le preocupaba a Eco y quizás estos filtros humanos en la web sean una respuesta práctica (además de una veta laboral). En definitiva, son personas que se especializan en temas puntuales y que se dedican a elevarse entre algoritmos como faros en la masa de publicaciones: aplican criterios, basados en sus habilidades, para discernir el contenido relevante del irrelevante según sus destinatarios. En un contexto propicio para fabulaciones, son indispensables las instancias de chequeo, los vínculos de confianza, los antecedentes de reputación y las caras visibles del otro. De todos modos, para poder encontrar los faros hay que saber navegar y navegar requiere saberes previos. Estos conocimientos, habilidades y aptitudes son parte de las alfabetizaciones de esta época.  

 
  Las alfabetizaciones 

  Internet está desarrollando sus mecanismos de defensa para sostener el pacto de veracidad que necesita un medio cuyas aspiraciones son libertarias. Pero si quienes la usan cotidianamente no se corresponden con estas mediaciones disponibles, la tarea será más complicada. Por ese motivo, la UNESCO (2011) entiende que la Alfabetización Mediática e Informacional permite desarrollar destrezas esenciales de pensamiento crítico para exigir servicios de alta calidad, ya sea que se trate de medios periodísticos o de otros proveedores de información (archivos, bibliotecas, Internet). La AMI enseña conocimientos, habilidades y aptitudes que permiten conocer el funcionamiento de estos proveedores para evaluar sus desempeños, porque aquellos son los que ayudan a tomar decisiones informadas en una sociedad democrática. 

 Las bibliotecas (escolares, universitarias, públicas) pueden contribuir a este pacto social; sus profesionales, a participar en la formación de personas capaces de informarse con responsabilidad y razonar por su cuenta para decidir. De esa manera, estas instituciones milenarias, a través de sus servicios, pueden afianzarse como espacios activos para formar usuarios críticos contra las desinformación y así participar de las mediaciones actuales. Alcanzar esta alfabetización va más allá de tener la habilidad para lograr cumbre con una tendencia en Twitter, jactarse de contar con cientos de seguidores en las redes sociales o desarrollar la astucia para generar dinero con una estrategia de marca personal (el individuo es como una empresa). 

 Rosa Monfasani (2008) explica que la formación de usuarios es un conjunto de actividades planificadas en una biblioteca. Su propósito es estimular y favorecer capacidades para resolver problemas de información con una actitud analítica y reflexiva que permita manejar la información obtenida según los criterios adecuados. Esta capacidad implica que el usuario sepa iniciar un proceso de búsqueda bibliográfica, sepa identificar distintas fuentes, sepa localizar, seleccionar, evaluar y usar información. Algunos objetivos de esta actividad formativa, entonces, son mejorar habilidades básicas de búsqueda; enseñar el manejo de técnicas de investigación bibliográfica; desarrollar capacidades para reconocer las propias necesidades de información; poder definir y delimitar un tema; poder formular correctamente esa demanda informativa. 

 ¿Qué qué tan necesarias son estas alfabetizaciones si los jóvenes saben usar los recursos de la tecnología mejor que cualquier adulto del siglo anterior? Depende. Por ejemplo, repasemos los resultados del informe trienal que hizo en Estados Unidos la consultora Ithaka sobre el comportamiento informativo del profesorado universitario. En su sexta edición (2015), las encuestas muestran el aumento del uso del buscador Google y una menor preferencia por las bases de datos bibliográficas: ambos recursos quedaron igualados por primera vez desde 2000. Además, crece la importancia que se le da a las fuentes alternativas, entre ellas los materiales gratuitos en la web. En este punto, el profesorado también cree que se redujo la competencia de búsqueda de información de sus estudiantes. Por lo tanto, considera que las bibliotecas deberían ayudarlos a incrementar estas habilidades.   

 Verificadores de hechos. Comunidades virtuales contra engaños. Iniciativas individuales para cazar rumores. Medidas de las grandes empresas de comunicación para atenuar el flujo de las desinformaciones. Curadores de contenidos como filtros humanos en la red. Alfabetizaciones mediáticas e informacionales. Formadores de usuarios en bibliotecas. Son recursos y mediaciones disponibles en esta época cambiante, inestable, abierta. Aún así, nada ni nadie es infalible, pero en esta limitación es posible la conciencia crítica. A propósito de los errores, como parte una desición infrecuente, la cascoteada Wikipedia mantiene un listado de las entradas suprimidas en su versión en inglés porque se comprobaron falsas. ¿Cuántos medios pueden exhibir un archivo similar?



     Referencias


  • Borrego, Ángel. “¿Qué piensa el profesorado sobre la biblioteca universitaria?”. En Blok de BiD [en línea], 1 de marzo de 2017. Disponible en: www.ub.edu/blokdebid/es/content/que-piensa-el-profesorado-sobre-la-biblioteca-universitaria
  • Caparrós, Martín. Lacrónica. Buenos Aires: Planeta, 2016.
  • Darnton, Robert. “The True History of Fake News”. En The New York Review [en línea], february 13, 2017. Disponible en: www.nybooks.com/daily/2017/02/13/the-true-history-of-fake-news/
  •  Darnton, Robert. “Primera parte: Libelos entrelazados”. En El diablo en el agua bendita, o el arte de la calumnia de Luis XIV a Napoleón. México: Fondo de Cultura Económica, 2014.
  • Eco, Umberto. De la estupidez a la locura: cómo vivir en un mundo sin rumbo. Barcelona: Lumen, 2016.
  • Gillin, Joshua. “PolitiFact's guide to fake news websites and what they peddle”. En Politifact [en línea], april 20th, 2017.Disponible en: www.politifact.com/punditfact/article/2017/apr/20/politifacts-guide-fake-news-websites-and-what-they/
  • Guillamet, Jaume. “Capítulo 1: De las gacetas del siglo XVII a la libertad de imprenta del XIX”. En Barrera, Carlos (coord.). Historia del periodismo universal. Barcelona: Ariel, 2004.
  • Monfasani, Rosa Emma; Curzel, Marcela Fabiana. Usuarios de la información: formación y desafíos. Buenos Aires: Alfagrama, 2008.
  • Vargas, Natividad Abril. “Semblanza histórica del periodismo de opinión”. En Periodismo de opinión: claves de la retórica periodística. Madrid: Síntesis, 1999.
  • Wilson, Carolyn (y otros). Alfabetización mediática e informacional: currículum para profesores [en línea]. Quito: UNESCO, 2011.
  • Zommer, Laura. “Por qué #SeDiceEnLasRedes será de acá en más #FalsoEnLasRedes”. En El blog de Chequeado [en línea],  22 de febrero de 2017. Disponible en: chequeado.com/por-que-sediceenlasredes-sera-de-aca-en-mas-falsoenlasredes/

Comentarios